martes, 11 de diciembre de 2012

Vidas ajenas. (Parte 1)

Sé que no soy una persona común, que mi carácter es un poco difícil y que mucha gente no me soporta por ello. Soy  una persona espontánea a la que le gusta más actuar que pensar. Una persona un poco descontrolada.

Viví una infancia un tanto injusta donde tuve que abandonar mi inocencia demasiado pronto. El colegio fue un infierno par mí y el instituto no quedó muy lejos de ahí, tan siquiera conseguí acabar el graduado escolar. Decidí abandonar mis estudios en ese lugar, pero seguí aprendiendo por mi propio pie. Con dieciséis años solo salía de casa para ir por las mañana a la biblioteca, para que la poca cultura que había adquirido en mis escasos años de estudiante siguiera creciendo. Vivía con mis padres, aunque eso era igual o peor que vivir sola, pues que cada uno de nosotros tenía una vida totalmente ajena a los demás. Mi hermano hacía diez años que se había marchado de casa. Sólo yo mantenía un mínimo de contacto con él a través de Internet.

Desde que tengo uso de razón mi vida a consistido en encerrarme a dejar pasar el tiempo. Cuando era más pequeña aún buscaba el apoyo de un adulto que jugara conmigo o que me ayudara con los deberes, pero con el paso del tiempo me dí cuenta de que jamás encontraría a esa persona dentro de las paredes de mi hogar y decidí aprender a buscarme la vida por mí misma. La adolescencia la pasé en mi cuarto, bien tirada en el suelo o bien en la cama, escuchando música y dejando volar mi imaginación entre millones de imágenes producidas por las aventuras de los protagonistas de los libros que leía.

La verdad es que jamás me propuse cambiar de vida, jamás pensé en irme de casa, como bien había hecho mi hermano, o buscar algo nuevo que hacer. Desde que dejé el instituto no había hecho absolutamente nada en mi vida más que estudiar y leer. Todo esto siguió así hasta los veinte años, cuando decidí que no quería vivir más en la miseria, tanto económica como emocional, que había en mi casa. El problema vino cuando quise bajar de mi mundo, dónde había pasado toda mi vida ajena al resto de personas, y empezar a relacionarme con los demás.

Empecé a salir de casa a menudo. Iba al parque o a centros comerciales y observaba como a mi alrededor la gente se relacionaba con los demás, mientras para mí era complicado articular una palabra, aunque fuera para darle las gracias a la cajera por haberme atendido. Había pasado tantos años en la absoluta soledad que no conocía muy bien que era eso de vivir en sociedad. Intenté recordar a algunos de los compañeros que habían pasado conmigo algún tiempo durante mi infancia, pero pensé que volver a buscarlos sería un poco egoísta, después de tantos años sin dar señales. Pues, cuando decidí apartarme, algunos de ellos pasaron por mi casa a preguntar por mi y a buscarme, pero jamás salí a recibirles.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Una lengua, nuestra lengua.

Y ver como nuestra cultura y nuestras raíces se desvanecen delante de nuestros ojos y preferimos tumbarnos a ver la televisión, mientras cada día somos un poco menos de lo que solíamos ser.

La cultura de una persona es la que la define en gran parte, también la que le proporciona unos ideales y unos pensamientos propios y comunes a una sociedad o un entorno. Aquí, en esta comunidad, tenemos una lengua que forma parte de nuestra cultura, una lengua que siempre nos ha diferenciado y que, ahora, y cada día más se va perdiendo. Una lengua que se está extinguiendo, que cada día menos personas hablan y menos personas desean impartirla. 

Sé que no es la asignatura más divertida, sé que la forma en la que se da en las escuelas, no es la más interesante, pero ¿nos vamos a quedar parados viendo como poco a poco desaparece?. Creo que deberíamos buscar una forma de promocionarla, una forma de que se vuelva a hablar y de que no deje de impartirse en los centros. Ahora que en algunos pueblos es posible, la gente prefiere empadronarse en ellos y dejar de estudiarla y no se dan cuenta de que dejando de estudiar el valenciano (o catalán, como queráis llamarlo)  fomentan más el olvido de ésta. ¿De verdad merecen la pena tres horas libres en medio del horario? Todos sabéis que la mayoría de personas no aprovecharán esas horas para estudiar para otras, esta es una simple excusa. Es quitarse asignaturas por evitarse esfuerzo, es dejar que se desvanezca una preciosa lengua que durante generaciones ha sido defendida por muchas personas.

En 1939, con el comienzo del régimen franquista, se prohibió hablar el valenciano en los ámbitos públicos, así que su utilización se redujo al entorno privado. Pero esto no significó el fin de la lengua. Durante este período hubieron muchos grandes autores que entre otras cosas se dedicaron a luchar por su lengua, por nuestra lengua y así hacer que se mantuviera nuestra cultura

Ahora nosotros, preferimos dejar perder, todo por lo que esta gente luchó y dejar que se degrade por completo por un poco de pereza. Estudiar una lengua, puede ser muy bonito, estudiar un idioma conlleva estudiar una cultura y esta es nuestra cultura, la cultura de todas las personas que vivimos en la comunidad valenciana y, en general, en todas las comunidades de habla catalana (bien como primera o segunda lengua, se use más o se use menos). 

Para mí, una de las cosas más agradables que hay es visitar esos pueblos de mis alrededores, donde esta lengua aún se habla completamente, donde se habla valenciano desde en la tienda de la esquina, hasta con los amigos o con la familia. Donde el valenciano aún forma parte de ellos. Quiero defender esta postura, me gustaría vivir en la época cuando, en mi pueblo, aún se hablaba valenciano en las calles. Ahora ya, casi nadie  lo habla, pocas son las familias que aún lo conservan.

No dejemos perder nuestras raíces. 



domingo, 25 de noviembre de 2012

Personas.

Demasiadas personas vienen y van constantemente de nuestras vidas. Tanto los familiares, los amigos y las parejas unas veces están y otras se marchan. Es el ritmo de la vida, es el camino que tenemos que seguir.

Muchas veces, ante las adversidades, me he planteado si merece la pena seguir y si merece la pena luchar por personas que nunca han dado nada. Si de verdad merece la pena seguir gastando energías y tiempo en dar, a personas que no lo dan, todo tu cariño o afecto. Y muchas veces he llegado a la conclusión de que no lo merecen. Está claro que siempre hay excepciones y hay personas que simplemente no saben darlo, por las circunstancias que sean, pero no saben o les cuesta mucho y ellas si merecen tu cariño. Pero ante personas que no tratan bien a los demás y personas que no quieren compartir estos momentos contigo, creo que es mejor dejarlas pasar.

Pero esto no sucede solo en cuanto a las personas que no nos dan nada, también por las personas que sí dan pero, a veces, solo en un momento de nuestras vidas. Nunca podremos saber si alguien va a estar a nuestro lado para siempre, pero sí podemos saber cuando una persona está a nuestro lado y nos quiere dar todo. Por estas personas deberíamos de empezar a ser un poco más humanos y enseñarnos a dar y también a recibir, a no rechazar unas palabras de cariño, porque esas personas serán las que cuando lo necesites estarán a tu lado y entonces, ahí cuando quieras recibirlas, ya no te las darán. 

Estas personas muchas veces no se quedan a nuestro lado para siempre y normalmente, aunque hay algunas que permanecen, van cambiando constantemente al lo largo de los años, pero eso no les quita importancia. Cuando tenemos a alguien a nuestro lado, a alguien que nos quiere, que nos acepta y nos cuida, debemos respetarlo y darle lo mejor que podamos. Hay momentos en los que tendemos a no querer saber nada de la gente, a apartarnos de aquellos que nos rodean por miedo a que después desaparezcan, pero creo que merece la pena arriesgarse, merece la pena dar un poco de cariño a los tuyos, porque por muy independientes que queramos ser, habrá momentos en los que necesitaremos que haya alguien a nuestro lado. Esto no quiere decir que no podamos seguir adelante si estamos solos ante nuestro camino, con esto solo quiero decir que, en la mayoría de los casos, las cosas se hacen más llevaderas con un poco de apoyo. Todas las personas que hoy tenemos a nuestro alrededor están ahí porque algún día nos abrimos a conocerlas a aceptarlas. Creo que deberíamos de dejar de temer lo que pasará después, de temer dar a la gente por si no recibimos, porque perdemos millones de oportunidades solo por miedo a que después desaparezcan. Arriesgarse a luchar por una persona puede ser una pequeña tortura en un determinado momento, pero si no lo hacemos nunca, perderemos esa sensación maravillosa de conocer a gente estupenda que nos hará compartir con ellos millones de momentos únicos y especiales, que nos harán vibrar, sentir y emocionarnos, momentos que formaran parte de nuestra vida, momentos que nos realizarán como personas, momentos por lo que merece la pena luchar.

A todo esto, si perdemos la oportunidad de ganar el cariño de una persona, al menos que no sea porque no lo intentamos. 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Sueños. Soñar. Soñé. Soñaré. (Parte 4)

Aquella nueva vida, llena de cambios y alteraciones llegó a resultarme molesta en muchas ocasiones. Añoraba la tranquilidad de aquella sorprendente mujer, con la que viví los primeros meses de mi estancia fuera de casa.

Todas las noches solíamos escaparnos de casa e irnos por ahí a pasar un rato con los amigos. Había un chico que desde el primer momento llamó mi atención, pero no le dí ninguna importancia, aunque siempre he sido una chica bastante obsesiva en estos temas y cuando alguien se me mete entre ceja y ceja siempre acabo optando por intentarlo, con él fue distinto y lo dejé estar y seguí con la rutina diaria.

Hará un mes, ese chico me sorprendió. La verdad es que nunca habíamos hablado demasiado. Simplemente salíamos en el mismo grupo y nos veíamos a menudo. Una noche, lluviosa y un poco rara, parece que el destino, o lo que rija este mundo, decidió cambiar los papeles. Ese muchacho decidió que era hora de no perder más el tiempo, a penas quedaban dos semanas para que mi vida allí acabara y volviera a mi país con la gente de toda la vida, me apartó de la muchedumbre donde nos encontrábamos y con una excusa barata se me aproximó. Yo no entendía bien qué estaba sucediendo, no entendía que pretendía diciéndome todas aquellas preciosas cosas, cosas en las que yo no creía, cosas que jamás me habían dicho, cosas increíble. Supo ganarme, supo cautivarme y como buena adolescente me dejé llevar por el sentimiento de tranquilidad que se siente cuando alguien está a tu lado, estuvimos horas y horas hablando aquella noche, de echo nunca llegué a casa ese día. Las horas pasaron entre palabras caricias y besos, sin necesidad de nada más que estar el uno al lado del otro.

A la mañana siguiente, cuándo llegué a casa me tumbé un rato a descansar y a reflexionar todo lo que había sucedido aquella noche. Él quería algo más que una simple noche bonita y divertida, él quería algo más serio, yo sin embargo moría de miedo por dentro. Ese chico era estupendo, de eso no tenía duda, pero no sabía si yo sería capaz de tener una relación de nuevo, pues las anteriores no habían resultado demasiado buenas. Aquella misma tarde volvimos a estar juntos y entre más abrazos, besos, palabras y caricias decidí que sí quería intentarlo. Intentar aquello que para mí era una completa locura.
Él era algo mayor que yo, era una persona muy cariñosa y al parecer también romántica, todo lo contrario que yo, persona de poco contacto y que no creía para nada en aquello que llamaban amor y a la que no le gustaba el romanticismo. Los días fueron sucediendo con normalidad, aunque cada día, al caer la noche, tenía mi espacio reservado para él, un espacio para los dos. Lo que jamás creí que haría, estaba dispuesta a hacer por él. Me apetecía vivir aquellas sensaciones que hacía tanto tiempo que no sentía, sensaciones que siempre he cualificado como "sensaciones adolescentes" ya que pienso que esas cosas solo se sienten cuando nos encontramos en esta etapa de nuestra vida.

Ahora, después de tanto cambio, sigo manteniendo mi ilusión de vivir mis sueños. Por el momento, sigo en este paraíso, cumpliendo el sueño de toda mi vida, mi sueño. Y ahora, ahora que soy capaz de decir que me siento bien, soy capaz de dedicarme a otro tipo de sueños, sueños que calificaría como pequeños placeres de la vida, sueños que no son más que esperanzas que te hacen sentir que de verdad esta vida merece la pena y me he dado cuenta de que lo más grande, lo más imposible y a veces lo que más deseamos, no tiene porque ser lo más satisfactorio.

Sé que esto son pensamientos de adolescente confusa y enloquecida, pero ahora uno de los mayores placeres que encuentro en esta vida, es vivir cada noche ese instante junto a él. Nuestro instante.

Y algo que jamás seré capaz de dejar de apreciar y de disfrutar también, son los instantes con la anciana que me rescató de las calles de esta ciudad en mi llegada, aquella mujer a la que jamás he dejado de visitar.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Luchar.

Cuando todo acaba, cuando ya no quedan fuerzas, cuando todo se vuelve oscuro, cuando la vida se muestra deshecha,  entonces es el momento de salir. Es el momento de salir de ese profundo agujero es el momento de romper los límites de lo imaginables y siempre hay una razón para ello.

Muchas veces nos cerramos en que hay cosas que jamás podrán ocurrir y dejamos de perseguirlas. Nos acobardamos ante una vida que está hecha para luchar, para vivir y para sentir. Pero sin embargo, la panda de cobardes que vivimos esta vida, dejamos de luchar por lo que queremos y nos prohibimos a nosotros mismos sentir. El miedo va marcando nuestro camino y nos dejamos guiar por él, dejamos que las cosas sigan el camino fácil, el camino por donde vamos seguros y nuestra mente no tiene que hacer nada más que gozarlo, pero olvidamos la satisfacción del esfuerzo, la satisfacción de superar nuestros peores temores y de luchar y conseguir lo que queremos.  Por otro lado, nos negamos a sentir, nos negamos más bien a aceptar que sentimos, todo porque los sentimientos muchas veces acaban en dolor. Nos cerramos en esa parte negativa, nos cerramos en que si sentimos acabaremos jodidos y también olvidamos lo bonito que es sentir. 

¿Creéis que así podremos lograr algo? Viviremos bien, sí. Pero, jamás sentiremos la satisfacción de sentirnos realizados y ya no solo eso, si no que jamás sentiremos la increíble sensación de sentirnos bien luchando por nuestros sueños, porque lo que queremos y por lo que estamos aquí.

Abandonaré cuanto esté en mis manos a mi paso que no me deje seguir el camino que quiero, dejaré los miedos de lado, dejaré todo aquello que me lleve por el camino erróneo y me centraré en hacer lo que realmente quiero. Tengo claros cuáles son mis propósitos ahora y qué tengo que hacer para lograrlos. Igual alguno de ellos no me satisface al alcanzarlo, pero siempre estaré feliz por ello, porque al menos habré logrado mi objetivo, habré luchado por lo que quiero y habrá merecido la pena por el simple hecho de que era mi sueño y de que he logrado alcanzarlo. Y tal vez, a veces, luchemos por las cosas menos importantes o incluso luchemos por cosas que no valen la pena, pero si es lo que queremos ¿por qué no arriesgarnos? ¿por qué no dejarlo todo y empezar de nuevo? ¿por qué no cambiar de aires? ¿por qué no luchar? 

Dejar de decir que todo saldrá mal, porque no lo sabéis, no sabéis que va a pasar y la vida trae muchas sorpresas. Igual todo, realmente, es un utopía dentro de nuestras propias cabezas, pero ¿y si cambiamos esa utopía y la hacemos realidad, le quitamos todo el significado a la palabra y hacemos lo que ahora queremos, lo que deseamos y por lo que tenemos claro que vamos a luchar?

Lucharé, resistiré, disfrutaré y ganaré. 

miércoles, 31 de octubre de 2012

Sueños. Soñar. Soñé. Soñaré. (Parte 3)

Comí en un pequeño bar. Un cuchitril lleno de gente bastante mayor y un poco sucio, pero suficiente para comer un bocadillo de forma económica. Estando dentro de ese sitio empecé a hablar con una anciana. Una mujercita bajita, regordeta y muy simpática. Su piel mostraba todo lo que en su vida había vivido, pero su sonrisa y su mirada decían que aún le quedaba mucho por vivir, en poco tiempo, pero mucho. Estuve hablando con ella algo más de una hora y acabó por ofrecerme vivir en su hogar con la simple condición de ayudarla a limpiar, cocinar y mantener la casa.

Vivía cinco calles más arriba del bar, en una casita muy acogedora, decorada de manera muy sencilla y la vez cálida. Era una casa de dos plantas: en la primera se hallaba un gigantesco salón, típico de las películas, con las fotos de la familia y con muchos recuerdos acariciando las paredes y los muebles, también estaba la cocina, pequeña y con todo a la altura de esta mujer que casi no alcanzaba el metro cincuenta y por último, un baño; en la segunda todo habitaciones, cada cuál más diferente, extravagante y repleta de cosas inimaginables. 

Al llegar allí me condujo directa hasta la habitación donde pasé tres o cuatro meses desde mi llegada. Era una de las habitaciones más grandes de la casa, tenía una cama de matrimonio, dos mesillas de noche, una cómoda y un gran estudio, incorporado dentro de la misma, donde podías encontrar cualquier libro que desearas. Dejé mis cosas en un rincón y bajé a seguir hablando con aquella persona que, a grandes rasgos, por lo poco que había hablado con ella ya me había fascinado.

Esa tarde la pasé tranquila en la casa y me fui a dormir bastante temprano. Al día siguiente salí en busca de más aventuras, la anciana me dijo más o menos que podía visitar cerca de allí y sin muchas pérdidas y fui a pasar el día fuera de casa. Por la mañana, visité la parte antigua de la ciudad y por la tarde unos cuantos museos. Mis días allí sucedieron más o menos así, por las mañanas salía a pasear y a conocer nuevas calles de la cuidad y por la tarde actividades culturales o bien me quedaba en algún ciber, donde tenía conexión a Internet y podía hablar y ver a mi familia.

Los meses transcurrieron de una manera genial en aquel lugar, la tranquilidad y la calidez que la casa y la mujer desprendían daban lugar a un ambiente perfecto pero a las dos meses de estar allí la compañía con la que había decidido viajar llamó para preguntar por cómo iba mi experiencia y les conté lo sucedido por lo que me buscaron otro lugar para vivir. En un principio la idea de marcharme de allí y de dejar a mi nueva amiga sola no me gustó demasiado pero el cambio fue a mejor. Pasé de una vida tranquila y sin nada que hacer más que lo que me apeteciera en casa instante, a una vida llena de cambios, de millones de planes y totalmente activa.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Sueños. Soñar. Soñé. Soñaré. (Parte 2)


Pasé mi primera noche en Francia sola, aturdida. Siempre he sido una persona insegura y con miedo a la soledad y mi primera noche allí estaba resultando justo como la peor de mis pesadillas. Dormí, como mucha otra gente, sentada en un rincón de aquel inmenso aeropuerto. La noche pasó lenta, más lenta aún que las horas del día que quedaban cuando llegué a la ciudad. Tengo que decir que el suelo no es el mejor sitio para dormir.

Sobre las 6 a.m los primeros rayos del sol, de nuevo reflejaban en el suelo e incidieron sobre mis párpados haciéndome volver a la realidad de un nuevo día. Me acerqué al ventanal que había justo en frente de mí. Desde él, podía ver como avión tras avión iban despegando y marchando hacía su destino en aquel precioso amanecer. Me quedé durante un buen rato observando el cielo, los cambios de color y todos los acontecimientos que en él se daban.

Serían las 8 a.m cuando alguien tocó mi espalda y se sentó a mi lado. Era una chica inglesa, alta, de pelo rubio y ojos claros, muy pálida de piel y con una enorme sonrisa.

-Hola - pronunció con su escasa y fina voz.- He visto que llevas desde anoche por este sitio al igual que yo. ¿Viajas sola?

-Eh, sí, bueno no... -dije aturdida, pues mi mente se hallaba en esos instantes en otro universo y me costó un poco darme cuenta de nuevo de dónde estaba. - Vengo, supuestamente, a pasar un tiempo con una familia de acogida para mejorar el idioma, pero no han venido a por mí. ¿Estás en la misma situación que yo?

-No. -Dijo ella entre risillas dejando a la vista de todo el mundo aquella enorme sonrisa de nuevo.- Hace dos años perdí todo lo que tenía en mi vida y decidí salir a viajar. Desde entonces voy de trabajo en trabajo y cuando tengo un poco de dinero cambio de cuidad.

-Vaya ¿No estudias? ¿Qué edad tienes?

-Mañana cumplo dieciocho. Estuve estudiando hasta los dieciséis, por lo que tengo el graduado escolar y ahora, al no ir a clase, me dedico a visitar bibliotecas durante mi tiempo libre para ir aprendiendo cosas. ¿ Increíble, verdad?

Asentí. Su forma de hablar con aquella voz tan fina y delicada me empezaba a resultar un poco molesta. Parecía que estuviera hablando con una niña de seis años contándome uno de los millones de cuentos que tiene en la cabeza. No entendía muy bien qué estaba pasando. El cansancio y el desconcierto me tenían un poco aturdida.

Seguimos allí sentadas durante un tiempo. Ella hizo algunas preguntas a las que yo contesté con gestos o monosílabos. No me apetecía hablar. Quería descansar. En cierto instante me levanté y fui al baño. Me lavé la cara, me arreglé un poco y me miré al espejo. Vi mi reflejo, vital, joven y con ganas de disfrutar. Las ojeras se habían apoderado un poco de mi rostro, pero seguía teniendo esa mirada llena de vitalidad, según decían. Al verme, allí, desilusionada pero con mis ganas de vivir decidí salir a la calle e ir a buscar un sitio donde dormir. Igual aquellas personas en las que había confiado para vivir mi pequeña aventura me habían dejado de lado, pero eso no me impediría vivir lo que tanto había deseado ahora que el primer paso ya estaba dado.

Anduve por aquella maravillosa cuidad durante un par de horas, con mi maleta y mi bolsa de mano.  Era mediodía y la cuidad estaba en pleno movimiento. Miles de personas andaban de una calle a otra. Parecía que todo el mundo estaba demasiado ocupado en sus pensamientos como para pararse a observar estas preciosas calles. Calles que hoy traen preciosos recuerdos en mi mente, recuerdos de paseos y recuerdos de aquél día que llegué. A pesar de todo el miedo que sentía, fue un día bonito recorriendo estos paseos escuchando a violinistas sentados contra las paredes intentando ganarse unas monedas, viendo a jóvenes artistas intentando darse a conocer o simplemente compartiendo divertidos espectáculos con el mundo.

sábado, 20 de octubre de 2012

Sueños. Soñar. Soñé. Soñaré. (Parte 1)

Soñar es gratis y creo que eso nunca lo podrán prohibir. Tengo ahora 17 años y desde que tenía 6 sólo he tenido un sueño en mi vida. El sueño de llegar lejos, de subir a lo más alto, de levantarme tantas veces como cayera y sobretodo, el de salir de este país.

Siempre he querido vivir en Francia, hablar francés a la perfección, estudiar y trabajar allí. Es un sueño difícil, un sueño que no sabía si algún día podría llegar a cumplir. Pero lo conseguí. Hace seis meses que estoy viviendo en Francia, en una pequeña ciudad llamada Nimes.

Fue todo muy repentino. A finales del curso pasado hicieron en el instituto unas pruebas de nivel de Francés para otorgar una beca de un año en Francia a los 10 mejores estudiantes de este idioma. Me presenté sin muchas ilusiones, había gente realmente buena pero, para mi sorpresa, me quedé la cuarta y en dos semanas estaba preparando las maletas decidida a cumplir mi sueño.

Dos semanas realmente ajetreadas, llamadas y correos con la familia, preparación de la maleta, despedirme de todo el mundo y sobretodo, disfrutar al máximo de mi gente antes de marcharme. Pues mi intención no era, ni es, volver. Mis últimos días en mi pueblo pasaron realmente rápido y en cuanto me quise dar cuenta estaba subiendo al avión.

Un viaje espantoso me esperaba, pero eso yo no sabía. Fue un vuelo con muchísimas turbulencias y un aterrizaje muy malo. Cuando llegué al aeropuerto, los demás chicos se fueron automáticamente  con sus familias, pero la mía no estaba allí para recogerme. Decidí sentarme a esperar, empecé a arrepentirme de haberme marchado, miles de pensamientos recorrían mi mente, mientras el sol de un día, que parecía que iba a ser espectacular, se iba escondiendo. Veía el reflejo en el suelo, yo asqueada de su reflejo sobre mis ojos y de esperar allí sentada decidí salir, dar una vuelta por alrededor del aeropuerto y seguir esperando. 

El sueño y el agobio de verme allí sola empezaba a asustarme, mi sueño se empezaba a convertir en una pesadilla. No sabía que había podido pasar, por qué no habían venido a por mí, porque nadie me decía nada, por que no había nada que me indicara que tenía que hacer en aquel momento. Intenté llamar en varias ocasiones a mi familia, pero mi móvil no funcionaba. Pensé que quizás alguien había intentado avisarme pero como mi móvil no funcionaba... Gente de todo tipo circulaba a mi alrededor. Se podía distinguir fácilmente quienes eran turistas, quienes visitaban a sus familiares, quienes, como yo debería de haber hecho, conocían a sus familias de acogida, quienes venían en un viaje de negocios, etc. 

viernes, 12 de octubre de 2012

Hoy el cielo brilla un poco más.

12-10-2012.
Parece que este año el cielo se ha empeñado en tener la mayor luz posible. 

Hoy ha subido allá arriba una persona increíble, según dicen. Yo no la llegué a conocer, pero he compartido con ella toda mi vida, diecisiete años. Estas dos frases anteriores, quizás, suenen muy contradictorias pero es así. He compartido absolutamente cada día de mi vida hasta hoy, el día que cumplo diecisiete años, con su cuerpo y con los flashes que quedaban de su mente. Sé que solo he conocido de ella pequeñas partes y sé que lo único real era su cuerpo, pero eso no me ha impedido quererla. 

Siempre he dicho que yo la he visto como una persona muy especial para mí. La gente nunca lo entendió. Hoy me he dado cuenta de que lo que yo pensaba que era ella para mí no era ni una mísera parte de lo que realmente es. Siempre he visto la vida y la muerte de una forma un poco peculiar, he sido la primera en aceptar que hay casos en los que es mejor morir, pero ahora que me enfrento a la situación cara a cara me doy cuenta de lo difícil que puede llegar a ser admitir que se ha marchado para siempre y que jamás la volveré a visitar.

Hoy me siento vacía, muy triste y extraña, como si no me conociera. Hoy me siento realmente diferente. Estoy feliz, mi deseo se ha cumplido, ella ahora ya descansa por completo y jamás volverá a sufrir ni a hacernos sufrir a los demás. Esa era la parte positiva. Pero, para mi sorpresa, su marcha no ha sido para mí un motivo total de felicidad. Ha dejado un vacío muy grande dentro de mí, un vacío que ninguna de esas personas a las que he despedido a lo largo de mi vida había dejado. Hubo otra persona que marcó mucho mi vida pero hoy veo que era de una forma muy diferente. Esto ha sido una ingrata sorpresa para mí. No esperaba que fuera yo quién reaccionara de este modo. Soy incapaz de ordenar mi mente en estos instantes. 

Hoy es hoy, hoy es un día diferente, hoy es un día especial, hoy es un día lleno de felicidad, hoy es un día lleno de tristeza, hoy es un cumpleaños diferente, hoy es un día que jamás conseguiré borrar de mi mente. Hoy es un día que guardaré para siempre. Por ella. 

miércoles, 10 de octubre de 2012

A la huelga!


Con la colaboración del FECS, hoy dejo un mensaje para todos aquellos que deseen participar con nosotros.

"El curso escolar ha dado su comienzo, y con él, la ola de consecuencias que han provocado los recortes del gobierno en el sector educativo. En los últimos años hemos visto como los jóvenes acudían a sus centros con mantas, para protegerse del frío en las aulas. Hemos visto como se veían obligados a recibir clases en barracones con unas condiciones pésimas. Hemos visto como alumnos de secundaria eran apaleados por exigir su derecho a una educación digna. Y al inicio de este curso empezamos a ver alumnos que tienen que andar kilómetros por haberse suprimido el transporte escolar, aulas masificadas que imposibilitan a los profesores impartir clases de calidad, alumnos que no empezarán el curso porque simplemente no pueden pagarlo y profesores interinos que no solo están sufriendo el paro, sino que también sufren la humillación de un gobierno y unos medios de comunicación que los tacha de vagos e incompetentes. A todo esto le tene
mos que sumar el ataque sin precedentes del gobierno a todo lo público, como, por ejemplo, el ataque a la sanidad.
Desde el FECS, “Frente Estudiantil de las Comarcas del Sur”, decimos ¡Basta! No queremos pagar con educación y sanidad, una crisis que no hemos provocado. No permitiremos que el gobierno juegue a su antojo con un futuro que nos pertenece. Por ello llamamos al alumnado, al profesorado y a todo ciudadano que comparta la idea de educación como un derecho básico y fundamental en todo sistema democrático a la movilización, para demostrarle al gobierno que los y las estudiantes del País Valencià no permaneceremos ni calladas ni sumisas, y que el próximo día 17 apoyaremos las movilizaciones convocadas por las asociaciones sindicales de estudiantes a nivel estatal, con una huelga educativa en los institutos de Elda y Petrer con el objetivo de dejar claro que ahora, más que nunca, la educación no se vende, ¡Se defiende!"

lunes, 8 de octubre de 2012

Como velas encendidas

Hoy, haciendo un inciso, tengo un pequeño aporte de un amigo, Lait, que de vez en cuando compartirá con nosotros algunas de sus palabras.

Recorrí profundos y calurosos desiertos, oscuros y largos bosques donde el sol se olvidó de iluminar y nadé por infinitos océanos donde los tiburones blancos eran las mascotas mas inofensivas y cariñosas. Pero ella no apareció. Derroté al feroz dragón que custodiaba su torre. Pero al final de las interminables escaleras, en su habitación, solo había una nota, “Vuelvo en cinco minutos”  decía. Tras día y medio de espera me retiré y puse rumbo de vuelta a mi hogar. Pues ella no apareció.

¿Dónde se había metido? Yo le amaba, y ella... ¡Ella dijo que me amaba! Pero... ¿Amar?¿Qué es amar? La echaba de menos. Echaba de menos la felicidad que me descargaba con un simple beso (y por no hablar de sus calurosos abrazos). Pero... ¿Eso es amar? No estoy seguro. Ella era preciosa y buena conmigo. Pero en el momento que le dije “Te quiero”, ella me preguntó “¿Para qué?”. Yo me quedé sin habla. ¿Para qué?¿Cómo que para qué?...Pues...No lo se. Le quería, creo, y no sé para qué.

Antes éramos niños, y ahora nuestras vidas se consumen como velas encendidas. Ella me enseñó a amar. Yo era su discípulo, o su manzano, como ella solía llamarme. La echaba de menos. Quería besarla.

Se podía percibir mi tristeza a kilómetros, pues, en el camino de vuelta a casa, los tiburones se olvidaron de mi presencia, el bosque trazó un sendero solo para mi comodidad y el desierto desapareció y en su lugar hubo un cielo azul por el que yo pude volar junto a las palomas.

¡Maldita la hora en la que me fui de casa!

Mi hogar seguía igual de pobre y mal cuidado como de costumbre. La única diferencia es que reinaba el silencio. Papá no estaba cortando leña, mamá no había guisado su deliciosa comida. Y mi hermano no corría de aquí para allá como siempre hacía.

Una cabeza se asomó por una de las ventanas y, poco después, apareció mi madre bendiciendo mi llegada. Solo me dio una noticia: mi padre se estaba muriendo. “No me dejes tú también”  pensé.

Recordé el momento en el que mi chica me dijo que no nos separaría ni la muerte. ¿Tanto la quería? ¿Porqué pensaba en ella en estos momentos?

Pasaron los días y mi padre solo empeoraba. Ya había perdido la memoria. ¡Que suerte! Ojalá yo pudiera olvidarme de ella. Pero..¿La amaba? ¿Para qué?

Poco después mi padre falleció y tuve la pequeña esperanza de poder verla en su entierro. ¡Esto era ya una obsesión! Seguramente la amara.

En el entierro no apareció. No me importó, pues perdí a mi verdadero maestro, mi padre. Lloré durante toda la ceremonia, ya cuando el nicho fue sellado, mis fuerzas se agotaron y caí al suelo de la impotencia que sentía en el cuerpo. El epitafio de la tumba inferior a mi padre destacaba por sus pequeñas y amontonadas letras grabadas en el mármol. La curiosidad llamó mi atención. Leí la siguiente escritura en el:

“PARA MI MANZANO”

“Salí en tu búsqueda. Pero no te encontré. Ya se para qué me quisiste: para hacerme feliz”


miércoles, 3 de octubre de 2012

La señora del porche. (Parte 2)


Me contó una historia muy curiosa que no fui capaz de entender hasta que no tuve catorce o quince años y fui más consciente de las cosas. El día que me puse a reflexionar esa historia me di cuenta, que más que un cuento infantil como yo creía que era, era la historia de su juventud y la descripción de lo que era para ella el sentido de la vida y la libertad. Aún hoy, después de todos estos años, sigo descubriendo cosas que no había encontrado.
Esa mujer era fascinante. Nadie que la viera sentada en el mismo sitio todos los días, podría imaginar que ella era de esa manera. De echo, miles de veces hablé con vecinos y jamás me creyeron.
Pasé con ella diez años maravillosos, día tras día, siempre buscaba un rato para estar con ella y que me hablara. Decía que era encantadora y que jamás imaginó que en su vejez, alguien como yo, podría ofrecerle tal grata compañía.
Los años pasaron  y tras 10 años mi vida empezó a dejarme menos tiempo para estar con ella. El instituto, el tener más responsabilidades, la escuela de idiomas y, para que mentir, las ganas de salir con mis amigos a mis quince años, no dejaban mucho tiempo para sentarme a hablar con ella. Pasaba por su porche, me sentaba diez o quince minutos a su lado y me iba. Durante ese año, 1995, cambió mucho, dejo de regalar sonrisas todo el tiempo y sus historias empezaron a perder coherencia. Pensaba que era yo, que ya no tenía ganas de sentarme a escucharla, pero poco a poco comprendí que no se trataba de mí. El olvido se estaba apoderando de ella.
Al percatarme de esto, volví a visitarla con más frecuencia y a pasar más tiempo con ella. Muchos días mi madre me daba comida para las dos e iba a su casa y comíamos juntas, ya que a ella muchas veces se le olvidaba que tenía que comer o pensaba que ya lo había hecho. Pasaba las tardes allí también, era un sitio silencioso y tranquilo, ella podía pasar las horas mirándome mientras yo estudiaba sin ningún problema y le encantaba ponerse a leer mis redacciones y mis trabajos, aunque un rato después los olvidara y más tarde los volviera a leer, una y otra vez.
Durante dos años más, ella empeoró notablemente, perdió gran parte de sus capacidades y ya no recordaba nada. Tenía meses en que la violencia y la melancolía se apoderaban de ella. Se pasaba el día insultando a todo el mundo y persiguiendo personas que, según ella, estaban por la casa. Decía que entraban  a robarle y a molestarle, que le habían pegado y que no la dejaban morir tranquila. Que por qué ella tenía que seguir viva si no quería vivir más, que por qué esas personas que vivían en su casa no la mataban y acababan con su sufrimiento.
Estos periodos fueron muy duros para las dos. Tuve que dejar de ir a estudiar allí, porque sus rabietas acababan con mi paciencia y la concentración, la paz y la armonía que siempre habían reinado en esa casa desaparecían por completo.
Ella nunca olvidó hablar, y aunque incoherentes y repetidas, nunca dejó de contarme sus historias de juventud, sus luchas y sus pasiones. Esa parte de ella jamás desapareció. El último año, tras varias trombosis cerebrales y varios achaques más se quedó postrada en la cama. Con los pocos ahorros que tenía conseguí meterla en una residencia cerca de la ciudad dónde yo fui a estudiar, pero, ya no podía ir todos los días. Procuraba, en la medida en que mis estudios universitarios me lo permitían, ir a verla al menos tres o cuatro veces por semana. Blandita, cansada, pálida  perdida y muy triste, me esperaba cada día. Siempre tumbada en la misma posición, mirando a la puerta fijamente. Toda su vitalidad desaparecida. Todo su espíritu olvidado.
Esta tarde he ido a visitarla, le he visto con más color de cara, y su sonrisa, que un principio parecía imperecedera, volvió a aparecer en su rostro. Hacía mucho tiempo que no la veía sonreír  He estado con ella algo más de dos horas contándole, como cada día que voy a visitarla, todo lo que he hecho desde la última vez que la vi. Parecía más viva que nunca, como si hoy estuviera un poco mejor. He vuelto a casa contenta. He cogido el tren segura de que volvería con ella mañana. He cenado un buen bocadillo de jamón y queso, su favorito, y justo con el último bocado una llamada de la residencia me ha cortado el apetito de golpe. 

domingo, 30 de septiembre de 2012

La señora del porche. (Parte 1)


No hacía más de tres horas que había estado con ella. El tiempo de coger el tren, volver a casa y cenar. Parecía increíble.
Hoy la había visto más animada que de normal. El día iluminaba mucho la habitación dándole más vida y color a todo. Supongo que eso ayudaba a ser más positivo. Hacía meses que no la veía mostrar ningún tipo de expresión, desde que estaba acostada su máxima expresión era la de abrir la boca cuando algo tocaba sus labios por el instinto de comer. La vitalidad de sus ojos también había desaparecido. Sus ojos ya no brillaban, era como si estuvieran totalmente secos y día a día se iban haciendo más pequeños y hundidos. Al mismo tiempo que se deterioraban sus capacidades, se deterioraban sus huesos, su musculatura y su piel.
Hacía ya años que esta mujer había dejado de ser lo que era. Había pasado de ser una persona totalmente alegre, llena de energía y con muchas ganas de divertirse y vivir; a ser una persona triste, sin ganas de moverse, esperando a que llegue la muerte. Ella jamás hubiera pensado en esa palabra, “muerte”, jamás la había oído salir de su boca. Si la pensaba se la guardaba para sí misma y regalaba una sonrisa al mundo. Cuando enfermó decía que quería morir y se preguntaba por qué seguía viva. Nunca he llegado a saber si era consciente de su estado psicológico, pero muchas veces, durante los primeros años, me dio a entender que sí.
Fueron doce años bastante intensos, años cargados de sobresaltos, de miedos, de cambios de carácter, de desestabilidad... Años que dejan a los de alrededor muy marcados.
Si os digo la verdad, nunca supe quién era su familia, nunca vi ninguna persona visitándola, ni ella mencionó a nadie. Decía que yo era su única familia y que ella solo necesitaba que yo fuera a verla. Era una persona muy extraña, una persona que había dedicado toda su juventud a ayudar a los demás y que en su vejez, cuando yo la conocí, no hablaba con nadie. Siempre que pienso en ella recuerdo nuestra primera conversación:
-Hola. – La saludé. Nunca había hablado con ella, pero ese día me habían mandado en la escuela que trajera una historia que me hubieran contado mis abuelos y como yo no tenía decidí acudir a la señora del porche, así era comúnmente conocida entre el vecindario.- ¿Podría contarme alguna historia para un trabajo del cole?
-¿Una historia?
-Sí, lo que sea, sea real o un cuento, me da igual, algo que haga como que me lo ha contado mi abuela.
-Bueno, podría hacerlo pero con una condición.
-Dime.
- Solo te la contaré si de verdad me vas a escuchar, si sólo es para cumplir con tus deberes, ve y busca Eliana, ella te contará algo encantada.
Su respuesta no fue del todo como esperaba, tal vez un poco brusca para una niña de 6 años, pero esta frase despertó mi interés en esa mujer, Eugenia, la señora del porche.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Vejez

¿Cómo se puede querer tanto a una persona que no conoces? Una persona que sabes que no es ella realmente, una persona que perdió su capacidad de ser persona.

No sé bien como definirlo, no sé bien cómo explicar lo que esta enfermedad hace en las personas, pero todo lo que he vivido durante mi vida me hace pensar que la medicina la cagó mucho al intentar alargar la esperanza de vida de las personas, porque nuestro cerebro no avanzó al mismo ritmo que la ciencia y ahora vienen los efectos secundarios y esta enfermedad, por llamarlo de alguna forma, no es una enfermedad es simplemente vejez.

Las residencias de ancianos están llenas a rebosar de gente con dicha enfermedad, con gente que ha perdido completamente sus capacidades, pero ya no las físicas, si no las mentales. Gente que desaprende en vez de aprender, gente que lleva el camino de ser un bebé no un anciano. ¿Es justo que estas personas tengan que vivir esa situación? es más ¿es justo que sus familiares, que son los que más la sufren, tengan que pasar por aquí? Yo creo que no, creo que debemos hacer algo, aunque no sé bien qué.

Sé que no existe la cura para esta situación, sé que por el momento no hay tan siquiera una forma de prevenirla, pero creo que, ya que los que más sufren durante esta enfermedad son los que están alrededor del enfermo, se debería buscar la forma de hacer este tramo de la vida más soportable para todos y por el momento no vamos por buen camino. Nos quitan las ayudas, cuando no es muy complicado saber que una persona así necesita cuidados que en casa una persona sola, que tiene que sacar su casa adelante, que tiene a sus hijos y toda su vida, no puede darle. Se necesitan maquinas especiales para moverlas, también que la casa esté acondicionada para una silla de ruedas, que haya un entretenimiento para ellos, que se estimulen las pocas capacidades que van conservando... y todo esto, no vamos a engañar a nadie, en casa es muy difícil poder ofrecerlo. Sin ayudas económicas la mayoría de familias no pueden pagar una persona que les ayude a mantener en buenas condiciones a los ancianos y las residencias, tanto si es centro de día o para estar siempre allí, valen mucho dinero. ¿De dónde pretenden que consigamos todo ese dinero? ¿Qué pretenden, que los dejemos abandonados en cualquier lugar o qué los tengamos en casa, llagados, tumbados en una cama, esperando a que se consuman por completo? No lo entiendo.

Volviendo al tema de antes, a la pregunta mencionada en el primer párrafo. Sé que muchas de las personas que han pasado por esta misma situación no piensan como yo. Sé que muchas piensan que esas personas, al perder sus capacidades y con ellas su carácter, su voluntad y raciocinio, dejan de ser las personas que eran y por tanto, la gente deja de verlas cómo tales y pasan a verlas como simples cuerpos y las descuidan.

En mi caso, no hay más que ese cuerpo, para mi, esa persona es solo ese cuerpo, porque no he conocido su mente, pero sí recuerdo como ha ido evolucionando, recuerdo cuando aún hablaba y me contaba historias sin sentido, recuerdo cuando aún recordaba canciones y las cantaba conmigo, recuerdo jugar al parchís con ella y que aún supiera contar, recuerdo intentar enseñarla a escribir pensando que algún día aprendería y sé que de esa persona que yo ya no conocí, ahora no queda nada más que un cuerpo tumbado en una cama consumiéndose, pero eso no hace que deje de ser mi abuela. Aunque no la conozca la quiero mucho, quiero a ese cuerpo, porque para mí ese cuerpo es toda ella, porque no he visto otra. Verlo todo de esta manera, al no tener la oportunidad de comparar, me ha hecho darme cuenta de que estos ancianos no merecen ser dejados de lado. Entrar a un centro de ancianos y ver las mismas caras día tras día, sin nadie a su lado, caras que te miran pidiendo un poco de atención, que quieren que les hables o simplemente que les sonrías, con una simple sonrisa ellos ya son felices, aunque instantes después ya no lo recuerden, para mí, es muy gratificante darles ese momento de felicidad. Pero lo más gratificante es que una persona con la que has compartido toda tu vida, cuándo te vea se ponga a llorar y estire los brazos intentando alcanzarte, más aún cuando esa persona no sabe quién eres, pero sabe que vas a verla, sabe que la aprecias y sabe que formas parte de ella, esos momentos valen millones.

La entrada de hoy, variando un poco la forma de funcionar del blog, va dedicada a todas esas personas que viven esta situación. Ánimo.






martes, 18 de septiembre de 2012

Señales Indefinidas (2/2)


17/07/2011
Ya ha pasado un año desde que escribí las dos páginas anteriores y bueno sigo viviendo en casa de mis abuelos. Creo que me quedaré aquí al menos hasta acabar mis estudios. Pero como bien dije en las últimas líneas, quería volver a verla y volví.
Las cosas no salieron como planeaba y tuve que esperar otro mes más para conseguir el dinero suficiente para poder marcharme un fin de semana a mi pueblo, pero lo conseguí y aquel viernes 25/12/2010 cogí el primer tren que se detenía a escasos metros de mi casa. En cuanto el tren paró, corrí hacía mi portal. Abrí. La casa tenía ese olor a abandono que adquieren las casas al estar mucho tiempo deshabitadas. Dejé las maletas en la puerta, cogí las llaves y corrí hacia su casa y allí, en su portal, sentada como cuando éramos niños, estaba ella. Se levantó y le di un fuerte abrazo.
Ella me dijo que tenía que presentarme a alguien que había conocido hacía unos años, después de que yo me fuera. Yo acepté de inmediato y fuimos a buscarla.
-¡Hola!-dijo mi amiga, totalmente llena de alegría a la otra chica.
Fue un momento para mí indiferente, hasta que su amiga me miró y dijo:
-No hace falta que me la presentes, sé perfectamente quien es- y ese fue el instante mágico, justo cuando saltó a mis brazos, ese instante en el que supe que era ella la persona que siempre había estado buscando, la había encontrado.
Estuvimos un rato en su casa charrando y me pusieron al día en todo lo sucedido durante tantos años, yo también les conté todas mis novedades y después mi amiga y yo nos fuimos a cenar a su casa.
-¿Qué quiere decir la cara con la que miras a Alice?- dijo mientras comíamos el último trozo de pizza.
-¿Yo? ¿Qué cara?
-Venga, no disimules, habrá pasado mucho tiempo, pero te sigo conociendo igual.
-Entonces no hace falta que diga nada.- dije yo muy sonrojada.
-Está bien, me lo tomaré como un “estás en lo cierto”.
-Oye, vamos a mi casa, tengo algo para ti en mi maleta.
Durante el camino hasta mi casa le conté lo que había sentido al abrazar a aquella muchacha y ella emocionada de ver lo que le contaba, reía sin parar.
-Toma, aquí está, tal y como me la dejaste, mi tesoro más preciado.
-Antes de cogerla, tengo que preguntarte algo.
-Adelante.
-¿Té volverás a marchar?
-Sí, el lunes por la mañana tengo que estar allí.
-Entonces quédatela.
-No, esta vez tengo otros planes. Tú vienes conmigo.
-Pero, no tengo dinero, lo sabes perfectamente, si no, ya hubiera ido yo a buscarte.
-Todo está controlado, yo te pagaré el viaje y allí ya tengo un trabajo para ti. Podremos vivir bien y no tener que volvernos a separar.
-¿De verdad?-No podía creer mis palabras y aunque sus preguntas eran constantes, me demostró que me creía al coger de nuevo su pulsera.
El domingo por la tarde, cogimos el último tren hacía el pueblo de mis abuelos y marchamos a empezar una vida juntas, de nuevo. Y desde aquella noche ya ha pasado mucho tiempo y las cosas siguen perfectas entre nosotras, pero hay algo que jamás me deja estar del todo tranquila. Nunca fui capaz de olvidar ese instante, ese abrazo, esa energía y esa felicidad que sentí al abrazarla, y por supuesto sabía que nunca nadie conseguiría hacerme sentir lo mismo. 

jueves, 13 de septiembre de 2012

Señales indefinidas. (1/2)


18.11.10
Como no sé muy bien cómo puedo empezar esta historia, empezaré por hablar un poco de mí y de mi vida, no es demasiado interesante  pero les ayudará a comprender la historia que quiero relatar más adelante.
Con el fallecimiento de mis padres hace unos 5 años, cuando yo solo tenía 15, mi vida empezó a cambiar. De la noche a la mañana tuve que marcharme de mi pueblo para ir a vivir con mis abuelos. No tuve tiempo de despedirme de nadie, tan siquiera de decir que me marchaba.
Durante las 3 semanas que viví con mis abuelos, lo único que hice fue estar encerrado en mi habitación sin hablar con nadie. Ellos tampoco se esforzaban mucho, dado a que esa era la segunda vez que me veían desde mi nacimiento.
Después de esas semanas, una tarde mi abuelo entró a mi habitación y tuvimos un pequeña charla en la que puede mostrar mi desacuerdo con el haberme obligado a marchar, y aunque no me lo esperaba para nada, fue capaz de comprenderme.
Una semana después de esa tarde con mi abuelo, me encontraba en el coche de vuelta a mi antiguo hogar. Al llegar a la puerta de mi casa vi que había alguien en el portal. Era ella, la chica con la que había pasado toda mi vida. Una amiga que jamás me había fallado y que a pesar de todo ahí estaba.
-Hola..- dije preocupado por si estaba enfadada.
-Hola, sabía que volverías.
-Lo siento, no sabía que iba a marcharme y por eso no avisé.
-Lo sé, tus abuelos no te dijeron nada, no te dieron tiempo. Tranquila está todo bien.
-Gracias, ¿Qué haces aquí?.
-Vengo todos los días desde que marchaste. Sabía que volverías.
No hicieron falta más palabras, guardé mis cosas y pasamos la tarde juntos. Me contó los acontecimientos ocurridos en ese tiempo y fuimos a su casa. Me dejó todos los apuntes y en a penas una semana ya había conseguido ponerme al día en todos los aspectos, colegio, amigos, amores.. todo. Todo parecía ser normal otra vez, aunque el vacío de mis padres jamás faltaba en mi corazón.
La tranquilidad no duró demasiado, cuando solo llevaba unas semanas más o menos en mi pueblo, mi abuela calló muy enferma, se quedó paralizada de cintura para bajo y eso fue lo que dio más problemas ya que mi casa era de dos plantas y las habitaciones estaban arriba.
Tuvimos a mi abuela durmiendo en el salón pero las condiciones no eran muy buenas y el médico recomendó que volvieran a su antigua casa.
Yo entendía la situación pero no estaba dispuesta ha irme de nuevo y volver a dejarla. Ella me había esperado una vez, lo había pasada mal y no quería que volver a pasar por lo mismo.
Las cosas empeoraron y no tuve más remedio que volver a marchar, pero esta vez fue distinto. Dado que al saberlo, corrí a casa de ella y pasé toda la tarde a su lado, le expliqué todo y, con mucho dolor, lo comprendió. Cuando acabó nuestro tiempo para estar juntos en ese último día, cuando ya me disponía a marcharme, me dijo que me esperara un momento, subió a su casa y bajó con algo en la mano. Era la pulsera que tantas veces había intentado que me dejara y jamás lo permitió porque, por alguna razón que yo no conocía, tenía un valor incalculable para ella.
-Jamás te la había dejado, sabes lo importante que es para  mí y que jamás se la daría a nadie, pero haré una excepción, no sé cuando te volveré a ver pero quiero que durante este tiempo la cuides muchísimo y que me prometas que volverás.
-La cuidaré muchísimo, eso no lo dudes, pero no puedo prometerte que volveré puedo prometerte que lo intentaré pero no que volveré, no me gusta hacer promesas que no tengo seguro que puedo cumplir.
Se hizo un largo silencio como el del día que volví.
Dos o tres minutos después me marché.
A la mañana siguiente ya estaba en casa de mis abuelos y la tristeza me invadía más que  la primera vez y hasta el día de hoy sigo en el mismo sitio y mis abuelos ya fallecieron. Mi abuela al poco tiempo de mudarnos y mi abuelo hará más o menos un año.
Ahora vivo solo y sigo deseando volver a verla y teniendo su pulsera guardada como el más preciado de mis tesoros y os preguntareis qué hago aquí escribiendo esto en vez de ir a buscarla de inmediato, pero no todo es tan fácil. Hace tres semanas que empecé a trabajar, no gano demasiado, pero con lo que cobre la semana que viene, en acabar el mes, me iré a verla.

lunes, 27 de agosto de 2012

La historia de Luís (3/3)


-Su mujer dió a luz y él mismo fue el encargado notificar a los jefes para que la dejaran salir, pero las cosas habían cambiado y a menos que el niño estuviera en peligro de muerte, no habría forma de salir de aquel suburbio y en ese caso, entonces sería trasladado a un hospital y cuando se recuperara donado a una familia alemana. Luís estuvo un tiempo sin visitar a su mujer, estaba acobardado y triste, no quería hacer nada. Yo fui el que entonces visitó a la chica, por el momento todo parecía ir bien, ella no tenía aparentes infecciones y aunque el niño lloraba mucho parecía estar sano. Pasaron las semanas y Luís se vio con fuerzas de visitar a su hijo. Por aquellos entonces yo ya hacía dos o tres semanas no estaba con él, porque había sido destinado a otro campo de concentración aún peor.  Al entrar vio a su niño en manos de otra mujer, intentaban darle un baño, su mujer lloraba en un rincón, sus ojos estaban hundidos y morados, su piel estaba más pálida que nunca. Intentó hablar con ella, pero   no decía palabra. Sus compañeras le informaron de que llevaba unos días enferma, pero tenían miedo de lo que podrían hacer con el niño si avisaban a los superiores. Luís les dijo que se encargaran de mantener al niño con vida y él se encargaría de la mujer. La llevó hacía la zona hospitalaria donde no quisieron atenderla. Entonces la llevó de vuelta a su cuarto y unos minutos después regresó cargado de medicamentos para ella. La mujer mejoró rápidamente pero el niño cada día lloraba más, no se veía ningún síntoma de enfermedad, pero que llorara tanto incluso al tomarlo en brazos era algo preocupante. Se veía como rabiada de dolor al tocarlo, incluso al acariciarlo, lloraba desconsoladamente. Durante los primeros 7 meses de su vida todos los días fueron así, cada día lloraba más y más, pero a partir del séptimo mes la cosa empezó a mejorar, empezaba a estar más activo y reía muchas veces.

Todos estuvieron  bien hasta el cumpleaños del niño, donde todo parecía ir a mejor. Fue entonces cuando empezaron a dejar salir a gente del campo y en las primeras que salieron estaba ella, pero al niño lo frenaron, no querían dejar salir a niños,  aunque él era muy pequeño, no querían que se fuera porque sospechaban que aquella mujer no había llegado embarazada allí y teniendo en cuenta que los hombres estaban alejados solo podría ser hijo de uno de los militares. Ahí fue cuando mi amigo dio la cara por el niño y la mujer y ellos dos pudieron salir mientas que a Luís lo condenaron a muerte de inmediato. Lo mandaron a cambiarse de ropa, a vestir como uno de ellos para llevarlo a la cámara de gas y ahí fue donde vio su oportunidad al encontrar ropa de mujer, se cambió y subió junto a las demás en los camiones que las delvolvían a las ciudades.

Consiguió saber donde estaban su mujer y su hijo y removió tierra y cielo para llegar hasta ellos  y los encontró, pero no precisamente con alegría. El niño estaba muy enfermo desde que lo habían metido al camión, cada minuto tenía más fiebre y por mucho que le hacían no conseguían que le bajara, la criatura temblaba y finalmente se vio como su débil cuerpo perdía la fuerza y cada vez se veía más apagado hasta que las pulsaciones de su corazón dejaron de sentirse en el pecho de aquel niño. Fue entonces cuando Luís reveló su identidad a las mujeres que viajaban en ese camión. Su mujer sonrió de alegría al verlo, al igual que él, a pesar de la tristeza que acojía sus corazones ante el fallecimiento de su hijo.

Después de eso vinieron aquí y fue donde encontraron su hogar y formaron su familia. Al poco tiempo tu abuela y yo dimos con ellos y vinimos a vivir todos juntos hasta que esta casa se puso en venta y nos vinimos aquí, el lugar donde nació tu madre y tu tía, y bueno más tarde también tus primos y tú.

-Abuelo  ¿ y mis hijos nacerán aquí?

-Quien sabe, pero yo estaría muy orgulloso de que así fuera.

viernes, 17 de agosto de 2012

La historia de Luís (2/3)


Un día yo estaba en mis minutos de descanso cuando vi que mi  amigo se dirigía hacía la habitación de ellas y lo seguí con máximo cuidado. Por una pequeña rendija puede observar que lo que pensaba era cierto. Había una razón para la obsesión de Luís. Su objetivo, además de salvar la vida de todas en general, era ver a una en concreto. Mis primeros pensamientos solo fueron consecuencias negativas que podría traer ese amor “¿No se daba cuenta de que si los descubrían además de matarlo a él también acabaría con la vida de ella?”

Más tarde hablé con mi amigo  y le conté lo que había hecho y también todo aquello que pensaba sobre lo que estaba sucediendo. “Después de todo este tiempo no la pienso abandonar, tenemos un niño en su vientre que nos pertenece a los dos y estoy dispuesto a dar mi vida porque ellos dos vivan y sean felices” dijo éste como respuesta ante mis reproches. Continuó “pensaba contarte esto, pero tenía miedo de que ante el descubrimiento me traicionaras y te volvieras en mi contra”. Era mi amigo, así que no tuve otra que contestar “yo te ayudaré y te apoyaré aunque piense que esto es una idea de lo más descabellada, pero algo quiero que tengas claro, si pasara cualquier cosa y nos descubrieran es tu deber decir que yo no tengo nada que ver”.Esta decisión fue un poco egoísta por mi parte, pero, mi mujer, tu abuela, me estaba esperando al otro lado de Europa y quería cumplir mi promesa y volver a verla. Él aceptó y me contó todo su plan.

“Las mujeres tienen derecho a salir del campo cuando dan a luz, pero, sin ningún tipo de ayuda,  tienen a su niño, les abren la puerta y los dos a la calle, por lo que la mayoría de mujeres mueren de hambre o algún tipo de infección tras el parto, mientras buscan algún tipo de ayuda para ellas y sus bebés. Entonces cuando ella de a luz yo fingiré estar muy enfermo de forma que no tendrán más remedio que dejarme marchar y será entonces cuando tendré que, en unos días, salvar la vida de mi mujer y mi hijo y asegurarme que estarían bien hasta que yo volviera y toda la guerra hubiera acabado.”

Su plan para serte sincero me pareció un tanto fantasioso, pero no rompí sus ilusiones y lo deje seguir en su fantástico y perfecto mundo. Pasaron dos meses y su mujer dio a luz.

-Abuelo, pero, Luís no tiene hijos.

-Déjame acabar la historia, ahora lo comprenderás.

-Vale, sigue.

lunes, 6 de agosto de 2012

La historia de Luís (1/3)


Mi abuelo antes de morir me contó una historia de hace mucho años, en la 2º Guerra Mundial. Mi abuelo, como siempre tan fantasioso e iluso,  añadió sus detalles para hacerla interesante para un niño de 10 años.

-Chico, ¿Tú recuerdas a mi amigo Luís, aquel que se fue del pueblo hace dos años?- Dijo con ese tono característico que ponen los ancianos cuando van a narrar una historia de hace muchos años.

-Por supuesto. Lo recuerdo como si aún fuera uno de esos días en los que se pasaba las tardes aquí.-contesté aunque, realmente la imagen de ese señor, estaba bastante turbia en mi cabeza. Recordaba las tardes con él, pero no su imagen.

-¿Quieres saber como conoció a su mujer?

-Por supuesto.

-Entonces comenzaré. En la 2º Guerra Civil cuando los nazis querían exterminar a todos los judíos, Luís y yo, por motivos de política, nos vimos implicados en el bando de los nazis y fuimos obligados a ser de los suyos aunque nuestros ideales fueran contrarios. Todo era muy difícil, ya que teníamos que fingir como éramos porque si no automáticamente nos meterían en las cámaras de gas junto a los demás.

-Abuelo, un momento ¿Que es una cámara de gas y para que la usaban?-Pregunté con la curiosidad típica de un niño al que le están hablando de cosas que no conoce.

-Es un local preparado para meter gas y que no se salga, donde metían a las personas que querían matar y las asfixiaban dentro... triste y doloroso pero era así.

-Sigue.

-En los tiempo de guerra nos enviaron a un campo de concentración...

-Abuelo ¿Qué es...?

-Chss calla, déjame que siga y explicaré lo que es un campo de concentración. –Dijo un poco molesto porque no le dejaba decir más de una frase seguida.

-Está bien.

-Por donde iba... ah! Sí, nos enviaron a un campo de concentración y allí, de vez en cuando, muy escondidos, dábamos comida a los niños y a las mujeres, pero siempre con los cinco sentidos alerta. Normalmente Luís se encargaba de los niños y yo de las mujeres exceptuando alguna excepción, todo siguió así durante mucho tiempo. Una mañana, cuando íbamos a ir como la mayoría a ayudar a esas personas, Luís me pidió de ir él a las mujeres, yo acepté pero algo sospechoso había en esa propuesta a pesar de su constante negación.
Las cosas cada vez se ponían peor, las epidemias y el hambre empezaron a arrasar con la gente que habitaba encarcelada allí, los muertos yacían en las calles, la tristeza invadía a todos al verlo. Una imagen muy lamentable. En la mirada de esas chicas podías ver el reflejo de sus corazones invadidos por la miseria y la podredumbre del lugar.
Luís seguía yendo cada día a ver a as mujeres mientras a mí me habían prohibido entrar a donde se encontraban los niños, ya que se habían levantado muchos rumores y sospechas sobre mí. Él de vez en cuando les hacía alguna visita cuando conseguía que nadie lo vigilara, pero esa obsesión por visitar a las mujeres me seguía pareciendo muy sospechosa.

lunes, 30 de julio de 2012

Els problemes no estan tots als diners. (2/2)


Encara que la mare m’havia demanat que no ho fera el primer que vaig fer va ser anar a casa de al psicòloga i li ho vaig contar tot. Aleshores una setmana més tard, en acabar les vacances vam anar a parlar amb un metge qui deia que podia ajudar-nos i li vam contar el que havia passat, que tot havia succeït després de que el pare i la mare fossen acomiadats del treball. El metge va dir que podia ser un estat d’ansietat davant la situació i que li feria bé fer algunes sessions amb ell. El metge va venir a casa per veure al pare, aquest només el va veure entrar per la porta es va posar a cridar “deixeu de portar persones a casa! No tenim per a menjar i vosaltres dos portant més!” . El metge només va veure aquesta actuació es va a donar de que no estava equivocat, però en aquest cas l’home estava molt malament, sols veia el que la seua ment li permetia  i això no era res. Poquet a poquet el metge va anar posant al pare al seu lloc i la mare va començar a treballar com a cambrera en un bar prop de casa. Jo vaig anar a passar la resta de curs a casa d’Irene, ja que tothom va dir que no era recomanable que estiguera a casa, que era important que poguera aprovar amb bona nota l’últim curs per obtindre el graduat escolar i poder continuar amb els meus estudis més tard.  Encara que la idea de no estar a casa amb la mare no em feia molta gràcia vaig acceptar. Tenia la sensació que d’ací a no res, tot tornaria a com era abans o inclòs podia ser que l’ambient a casa canviara i en acabar tot aquest embolic de problemes tot fora a millor que abans.

Tots els caps de setmana que no tenia molts estudis anava a veure els pares a casa i estava amb ells, des de que la mare va començar a treballar pareixia molt més contenta, encara que seguia tenint-li molt de por al pare i el pare, el pare pensava que el metge era sols un amic seu i passaven moltes hores junts parlant, la qual cosa, feia la feina per al metge molt més fàcil. Poc a poc el metge va descobrir que el pare havia arribat a aquest estat, perquè feia uns anys, quan va començar a veure que les empreses acomiadaven empleats sense parar, que moltes tancaven, que ningú no hi feia res, que el país cada vegada estava pitjor econòmicament, es va clavar a jugar, amb pensament de poder aconseguir diners per si a ells els passava el mateix, tenir alguns diners per poder viure, però, ho va fer sense pensar que, al joc hi ha un guanyador, però també hi ha perdedor i quan va voler adonar-se d’aquesta segona part ja era massa tard i havia perdut tots els diners. Aquest problema amb el joc i els diners, van ser el que va donar lloc a que  l’acomiadaren del treball i no era la crisi com deia ell. Tots aquestos problemes l’un darrere de l’altre van ser el que van fer que el pare començara a actuar d’aquesta forma, sense adonar-se de que així no estava protegint  la seua família, si nó, per tot el contrari estava empitjorant-lo tot.

Després d’una setmana d’haver acabat el curs, el pare em va telefonar, molt content, dient-me que ja tenia treball, que havia recuperat el seu lloc a l’empresa d’abans i que ja podia tornar amb ells a casa.

Aquell estiu va ser molt bo per a tots i per a celebrar-ho junts, vam anar de vacances a Itàlia, fent d’aquell estiu un estiu inoblidable.

Ara a casa tot és molt diferent, el pare i la mare estaven més junts que mai, la meua germana venia a casa moltes vegades i jo seguia anant-me’n a casa d’Irene, però ara anava per estudiar amb ella o simplement per a divertir-nos i la veritat era que després d’estar tant de temps a la seua casa moltes vegades quan estava a casa inclòs els estranyava.

Traducción:

Aunque mi madre me había pedido que no lo hiciera lo primero que hice fue ir a casa de la psicóloga y se lo conté todo. Entonces, una semana más tarde, cuando acabaron las vacaciones fuimos a hablar con un médico que nos había dicho que podría ayudarnos y le informamos de todo lo ocurrido, que todo había sucedido después de que ellos fueran despedidos del trabajo. El médico dijo que podía ser un estado de ansiedad ante la situación y que le vendría bien trabajar algunas sesiones con él. El médico vino a casa a ver a mi padre, esto al verlo entrar empezó a gritar “¡Dejar de traer personas a casa! No tenemos para comer y vosotros dos trayendo más gente”. El especialista solo con ver esta actuación se dio cuenta de que no estaba equivocado, pero en este caso la situación era bastante mala, este hombre solo veía lo que su cabeza le permitía y eso no era casi nada. Poco a poco el médico fue poniendo a mi padre en su sitio y mi madre empezó a trabajar como camarera en un bar cerca de casa. Yo fui a pasar el resto del curso a casa de Irene, ya que todo el mundo dijo que no era recomendable que siguiera en casa, que era muy importante que pudiera acabar el último curso con buena nota, para poder obtener el graduado escolar y poder seguir con estudios superiores. Aunque la idea de dejar de vivir al lado de mi madre no me gustó mucho, acepté. Tenía la sensación de que de aquí a nada, todo volvería a ser como eran antes o incluso que el ambiente a casa cambiara y cuando acabara todo este lío de problemas, todo fuera mejor que antes.

Todos los fines de semana que no tenía mucho que estudiar iba a ver a mis padres a casa y pasaba un rato con ellos, desde que mi madre empezó a trabajar parecía mucho más contenta, aunque seguía teniendo miedo de mi pare y este, este penaba que el médico era solo un amigo suyo y pasaban muchísimas horas juntos hablando, lo que hacía, que la faena del médico fuera mucho más fácil. Poco a poco el médico descubrió que  mi padre había llegado a este estado, porque hace unos años, cuando empezó a ver que todas las empresas despedían empleados sin parar, que muchas cerraban, que nadie hacía nada y que el país cada vez estaba peor económicamente, se metió al juego, con pensamiento de conseguir dinero por si a ellos les pasaba los mismo tener dineros para vivir, pero, lo hizo sin pensar que, en el juego hay un ganador, pero también un perdedor y cuando quiso darse cuenta de esta segunda parte ya era demasiado tarde y lo había perdido todo. Este problema con el juego y el dinero fue lo que dio lugar a que lo despidieran del trabaja y no fue la crisis como él siempre había asegurado. Todos estos problemas, uno detrás del otro, había sido lo que había hecho que mi padre empezara a actuar de esta forma, sin darse cuenta de que así no estaba protegiendo a su familia, si no todo lo contrario, estaba empeorándolo todo.
Después de una semana de haber acabado el curso, mi padre me llamó por teléfono, muy feliz, diciéndome que ya había encontrado trabajo, que había recuperado su lugar en la empresa y que yo ya podía volver a casa con ellos.

Ese verano fue muy bueno para todos y para celebrarlo juntos fuimos de vacaciones a Italia, haciendo de ese verano, un verano inolvidable.

Ahora en casa todo es muy diferente, mis padres están más juntos que nunca, mi hermana viene a vernos habitualmente y yo he seguido yendo a casa de Irene, pero ahora voy a para estudiar o simplemente para divertirme un rato con ella y la verdad era que después de tanto tiempo en su casa muchas veces, cuando estaba en la mía, los extrañaba.