Mi abuelo antes de morir me contó una historia de hace mucho
años, en la 2º Guerra Mundial. Mi abuelo, como siempre tan fantasioso e iluso, añadió sus detalles para hacerla interesante
para un niño de 10 años.
-Chico, ¿Tú recuerdas a mi amigo Luís, aquel que se fue del
pueblo hace dos años?- Dijo con ese tono característico que ponen los ancianos
cuando van a narrar una historia de hace muchos años.
-Por supuesto. Lo recuerdo como si aún fuera uno de esos
días en los que se pasaba las tardes aquí.-contesté aunque, realmente la imagen
de ese señor, estaba bastante turbia en mi cabeza. Recordaba las tardes con él,
pero no su imagen.
-¿Quieres saber como conoció a su mujer?
-Por supuesto.
-Entonces comenzaré. En la 2º Guerra Civil cuando los nazis
querían exterminar a todos los judíos, Luís y yo, por motivos de política, nos
vimos implicados en el bando de los nazis y fuimos obligados a ser de los suyos
aunque nuestros ideales fueran contrarios. Todo era muy difícil, ya que
teníamos que fingir como éramos porque si no automáticamente nos meterían en
las cámaras de gas junto a los demás.
-Abuelo, un momento ¿Que es una cámara de gas y para que la
usaban?-Pregunté con la curiosidad típica de un niño al que le están hablando
de cosas que no conoce.
-Es un local preparado para meter gas y que no se salga,
donde metían a las personas que querían matar y las asfixiaban dentro... triste
y doloroso pero era así.
-Sigue.
-En los tiempo de guerra nos enviaron a un campo de
concentración...
-Abuelo ¿Qué es...?
-Chss calla, déjame que siga y explicaré lo que es un campo
de concentración. –Dijo un poco molesto porque no le dejaba decir más de una
frase seguida.
-Está bien.
-Por donde iba... ah! Sí, nos enviaron a un campo de
concentración y allí, de vez en cuando, muy escondidos, dábamos comida a los
niños y a las mujeres, pero siempre con los cinco sentidos alerta. Normalmente
Luís se encargaba de los niños y yo de las mujeres exceptuando alguna
excepción, todo siguió así durante mucho tiempo. Una mañana, cuando íbamos a ir
como la mayoría a ayudar a esas personas, Luís me pidió de ir él a las mujeres,
yo acepté pero algo sospechoso había en esa propuesta a pesar de su constante
negación.
Las cosas cada vez se ponían peor, las epidemias y el hambre
empezaron a arrasar con la gente que habitaba encarcelada allí, los muertos yacían en las calles, la tristeza invadía a todos al verlo. Una imagen muy
lamentable. En la mirada de esas chicas podías ver el reflejo de sus corazones
invadidos por la miseria y la podredumbre del lugar.
Luís seguía yendo cada día a ver a as mujeres mientras a mí
me habían prohibido entrar a donde se encontraban los niños, ya que se habían
levantado muchos rumores y sospechas sobre mí. Él de vez en cuando les hacía alguna
visita cuando conseguía que nadie lo vigilara, pero esa obsesión por visitar a las
mujeres me seguía pareciendo muy sospechosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario