martes, 18 de septiembre de 2012

Señales Indefinidas (2/2)


17/07/2011
Ya ha pasado un año desde que escribí las dos páginas anteriores y bueno sigo viviendo en casa de mis abuelos. Creo que me quedaré aquí al menos hasta acabar mis estudios. Pero como bien dije en las últimas líneas, quería volver a verla y volví.
Las cosas no salieron como planeaba y tuve que esperar otro mes más para conseguir el dinero suficiente para poder marcharme un fin de semana a mi pueblo, pero lo conseguí y aquel viernes 25/12/2010 cogí el primer tren que se detenía a escasos metros de mi casa. En cuanto el tren paró, corrí hacía mi portal. Abrí. La casa tenía ese olor a abandono que adquieren las casas al estar mucho tiempo deshabitadas. Dejé las maletas en la puerta, cogí las llaves y corrí hacia su casa y allí, en su portal, sentada como cuando éramos niños, estaba ella. Se levantó y le di un fuerte abrazo.
Ella me dijo que tenía que presentarme a alguien que había conocido hacía unos años, después de que yo me fuera. Yo acepté de inmediato y fuimos a buscarla.
-¡Hola!-dijo mi amiga, totalmente llena de alegría a la otra chica.
Fue un momento para mí indiferente, hasta que su amiga me miró y dijo:
-No hace falta que me la presentes, sé perfectamente quien es- y ese fue el instante mágico, justo cuando saltó a mis brazos, ese instante en el que supe que era ella la persona que siempre había estado buscando, la había encontrado.
Estuvimos un rato en su casa charrando y me pusieron al día en todo lo sucedido durante tantos años, yo también les conté todas mis novedades y después mi amiga y yo nos fuimos a cenar a su casa.
-¿Qué quiere decir la cara con la que miras a Alice?- dijo mientras comíamos el último trozo de pizza.
-¿Yo? ¿Qué cara?
-Venga, no disimules, habrá pasado mucho tiempo, pero te sigo conociendo igual.
-Entonces no hace falta que diga nada.- dije yo muy sonrojada.
-Está bien, me lo tomaré como un “estás en lo cierto”.
-Oye, vamos a mi casa, tengo algo para ti en mi maleta.
Durante el camino hasta mi casa le conté lo que había sentido al abrazar a aquella muchacha y ella emocionada de ver lo que le contaba, reía sin parar.
-Toma, aquí está, tal y como me la dejaste, mi tesoro más preciado.
-Antes de cogerla, tengo que preguntarte algo.
-Adelante.
-¿Té volverás a marchar?
-Sí, el lunes por la mañana tengo que estar allí.
-Entonces quédatela.
-No, esta vez tengo otros planes. Tú vienes conmigo.
-Pero, no tengo dinero, lo sabes perfectamente, si no, ya hubiera ido yo a buscarte.
-Todo está controlado, yo te pagaré el viaje y allí ya tengo un trabajo para ti. Podremos vivir bien y no tener que volvernos a separar.
-¿De verdad?-No podía creer mis palabras y aunque sus preguntas eran constantes, me demostró que me creía al coger de nuevo su pulsera.
El domingo por la tarde, cogimos el último tren hacía el pueblo de mis abuelos y marchamos a empezar una vida juntas, de nuevo. Y desde aquella noche ya ha pasado mucho tiempo y las cosas siguen perfectas entre nosotras, pero hay algo que jamás me deja estar del todo tranquila. Nunca fui capaz de olvidar ese instante, ese abrazo, esa energía y esa felicidad que sentí al abrazarla, y por supuesto sabía que nunca nadie conseguiría hacerme sentir lo mismo. 

2 comentarios:

  1. Buena historia. Hay algunos fallos de expresión que se pueden corregir pero no importa. Sencilla pero con buenos resultados. Mi pregunta es: ¿por qué elegiste ese título?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Rubén. Ese título tiene un sentido para mí y para la persona a la que va dedicada la historia y sé que no suena muy bien, pero fue porque nos hizo gracia intentar describir los sentimientos con esa palabra.
      Gracias por tu comentario.

      Eliminar