miércoles, 24 de octubre de 2012

Sueños. Soñar. Soñé. Soñaré. (Parte 2)


Pasé mi primera noche en Francia sola, aturdida. Siempre he sido una persona insegura y con miedo a la soledad y mi primera noche allí estaba resultando justo como la peor de mis pesadillas. Dormí, como mucha otra gente, sentada en un rincón de aquel inmenso aeropuerto. La noche pasó lenta, más lenta aún que las horas del día que quedaban cuando llegué a la ciudad. Tengo que decir que el suelo no es el mejor sitio para dormir.

Sobre las 6 a.m los primeros rayos del sol, de nuevo reflejaban en el suelo e incidieron sobre mis párpados haciéndome volver a la realidad de un nuevo día. Me acerqué al ventanal que había justo en frente de mí. Desde él, podía ver como avión tras avión iban despegando y marchando hacía su destino en aquel precioso amanecer. Me quedé durante un buen rato observando el cielo, los cambios de color y todos los acontecimientos que en él se daban.

Serían las 8 a.m cuando alguien tocó mi espalda y se sentó a mi lado. Era una chica inglesa, alta, de pelo rubio y ojos claros, muy pálida de piel y con una enorme sonrisa.

-Hola - pronunció con su escasa y fina voz.- He visto que llevas desde anoche por este sitio al igual que yo. ¿Viajas sola?

-Eh, sí, bueno no... -dije aturdida, pues mi mente se hallaba en esos instantes en otro universo y me costó un poco darme cuenta de nuevo de dónde estaba. - Vengo, supuestamente, a pasar un tiempo con una familia de acogida para mejorar el idioma, pero no han venido a por mí. ¿Estás en la misma situación que yo?

-No. -Dijo ella entre risillas dejando a la vista de todo el mundo aquella enorme sonrisa de nuevo.- Hace dos años perdí todo lo que tenía en mi vida y decidí salir a viajar. Desde entonces voy de trabajo en trabajo y cuando tengo un poco de dinero cambio de cuidad.

-Vaya ¿No estudias? ¿Qué edad tienes?

-Mañana cumplo dieciocho. Estuve estudiando hasta los dieciséis, por lo que tengo el graduado escolar y ahora, al no ir a clase, me dedico a visitar bibliotecas durante mi tiempo libre para ir aprendiendo cosas. ¿ Increíble, verdad?

Asentí. Su forma de hablar con aquella voz tan fina y delicada me empezaba a resultar un poco molesta. Parecía que estuviera hablando con una niña de seis años contándome uno de los millones de cuentos que tiene en la cabeza. No entendía muy bien qué estaba pasando. El cansancio y el desconcierto me tenían un poco aturdida.

Seguimos allí sentadas durante un tiempo. Ella hizo algunas preguntas a las que yo contesté con gestos o monosílabos. No me apetecía hablar. Quería descansar. En cierto instante me levanté y fui al baño. Me lavé la cara, me arreglé un poco y me miré al espejo. Vi mi reflejo, vital, joven y con ganas de disfrutar. Las ojeras se habían apoderado un poco de mi rostro, pero seguía teniendo esa mirada llena de vitalidad, según decían. Al verme, allí, desilusionada pero con mis ganas de vivir decidí salir a la calle e ir a buscar un sitio donde dormir. Igual aquellas personas en las que había confiado para vivir mi pequeña aventura me habían dejado de lado, pero eso no me impediría vivir lo que tanto había deseado ahora que el primer paso ya estaba dado.

Anduve por aquella maravillosa cuidad durante un par de horas, con mi maleta y mi bolsa de mano.  Era mediodía y la cuidad estaba en pleno movimiento. Miles de personas andaban de una calle a otra. Parecía que todo el mundo estaba demasiado ocupado en sus pensamientos como para pararse a observar estas preciosas calles. Calles que hoy traen preciosos recuerdos en mi mente, recuerdos de paseos y recuerdos de aquél día que llegué. A pesar de todo el miedo que sentía, fue un día bonito recorriendo estos paseos escuchando a violinistas sentados contra las paredes intentando ganarse unas monedas, viendo a jóvenes artistas intentando darse a conocer o simplemente compartiendo divertidos espectáculos con el mundo.

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