miércoles, 31 de octubre de 2012

Sueños. Soñar. Soñé. Soñaré. (Parte 3)

Comí en un pequeño bar. Un cuchitril lleno de gente bastante mayor y un poco sucio, pero suficiente para comer un bocadillo de forma económica. Estando dentro de ese sitio empecé a hablar con una anciana. Una mujercita bajita, regordeta y muy simpática. Su piel mostraba todo lo que en su vida había vivido, pero su sonrisa y su mirada decían que aún le quedaba mucho por vivir, en poco tiempo, pero mucho. Estuve hablando con ella algo más de una hora y acabó por ofrecerme vivir en su hogar con la simple condición de ayudarla a limpiar, cocinar y mantener la casa.

Vivía cinco calles más arriba del bar, en una casita muy acogedora, decorada de manera muy sencilla y la vez cálida. Era una casa de dos plantas: en la primera se hallaba un gigantesco salón, típico de las películas, con las fotos de la familia y con muchos recuerdos acariciando las paredes y los muebles, también estaba la cocina, pequeña y con todo a la altura de esta mujer que casi no alcanzaba el metro cincuenta y por último, un baño; en la segunda todo habitaciones, cada cuál más diferente, extravagante y repleta de cosas inimaginables. 

Al llegar allí me condujo directa hasta la habitación donde pasé tres o cuatro meses desde mi llegada. Era una de las habitaciones más grandes de la casa, tenía una cama de matrimonio, dos mesillas de noche, una cómoda y un gran estudio, incorporado dentro de la misma, donde podías encontrar cualquier libro que desearas. Dejé mis cosas en un rincón y bajé a seguir hablando con aquella persona que, a grandes rasgos, por lo poco que había hablado con ella ya me había fascinado.

Esa tarde la pasé tranquila en la casa y me fui a dormir bastante temprano. Al día siguiente salí en busca de más aventuras, la anciana me dijo más o menos que podía visitar cerca de allí y sin muchas pérdidas y fui a pasar el día fuera de casa. Por la mañana, visité la parte antigua de la ciudad y por la tarde unos cuantos museos. Mis días allí sucedieron más o menos así, por las mañanas salía a pasear y a conocer nuevas calles de la cuidad y por la tarde actividades culturales o bien me quedaba en algún ciber, donde tenía conexión a Internet y podía hablar y ver a mi familia.

Los meses transcurrieron de una manera genial en aquel lugar, la tranquilidad y la calidez que la casa y la mujer desprendían daban lugar a un ambiente perfecto pero a las dos meses de estar allí la compañía con la que había decidido viajar llamó para preguntar por cómo iba mi experiencia y les conté lo sucedido por lo que me buscaron otro lugar para vivir. En un principio la idea de marcharme de allí y de dejar a mi nueva amiga sola no me gustó demasiado pero el cambio fue a mejor. Pasé de una vida tranquila y sin nada que hacer más que lo que me apeteciera en casa instante, a una vida llena de cambios, de millones de planes y totalmente activa.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Sueños. Soñar. Soñé. Soñaré. (Parte 2)


Pasé mi primera noche en Francia sola, aturdida. Siempre he sido una persona insegura y con miedo a la soledad y mi primera noche allí estaba resultando justo como la peor de mis pesadillas. Dormí, como mucha otra gente, sentada en un rincón de aquel inmenso aeropuerto. La noche pasó lenta, más lenta aún que las horas del día que quedaban cuando llegué a la ciudad. Tengo que decir que el suelo no es el mejor sitio para dormir.

Sobre las 6 a.m los primeros rayos del sol, de nuevo reflejaban en el suelo e incidieron sobre mis párpados haciéndome volver a la realidad de un nuevo día. Me acerqué al ventanal que había justo en frente de mí. Desde él, podía ver como avión tras avión iban despegando y marchando hacía su destino en aquel precioso amanecer. Me quedé durante un buen rato observando el cielo, los cambios de color y todos los acontecimientos que en él se daban.

Serían las 8 a.m cuando alguien tocó mi espalda y se sentó a mi lado. Era una chica inglesa, alta, de pelo rubio y ojos claros, muy pálida de piel y con una enorme sonrisa.

-Hola - pronunció con su escasa y fina voz.- He visto que llevas desde anoche por este sitio al igual que yo. ¿Viajas sola?

-Eh, sí, bueno no... -dije aturdida, pues mi mente se hallaba en esos instantes en otro universo y me costó un poco darme cuenta de nuevo de dónde estaba. - Vengo, supuestamente, a pasar un tiempo con una familia de acogida para mejorar el idioma, pero no han venido a por mí. ¿Estás en la misma situación que yo?

-No. -Dijo ella entre risillas dejando a la vista de todo el mundo aquella enorme sonrisa de nuevo.- Hace dos años perdí todo lo que tenía en mi vida y decidí salir a viajar. Desde entonces voy de trabajo en trabajo y cuando tengo un poco de dinero cambio de cuidad.

-Vaya ¿No estudias? ¿Qué edad tienes?

-Mañana cumplo dieciocho. Estuve estudiando hasta los dieciséis, por lo que tengo el graduado escolar y ahora, al no ir a clase, me dedico a visitar bibliotecas durante mi tiempo libre para ir aprendiendo cosas. ¿ Increíble, verdad?

Asentí. Su forma de hablar con aquella voz tan fina y delicada me empezaba a resultar un poco molesta. Parecía que estuviera hablando con una niña de seis años contándome uno de los millones de cuentos que tiene en la cabeza. No entendía muy bien qué estaba pasando. El cansancio y el desconcierto me tenían un poco aturdida.

Seguimos allí sentadas durante un tiempo. Ella hizo algunas preguntas a las que yo contesté con gestos o monosílabos. No me apetecía hablar. Quería descansar. En cierto instante me levanté y fui al baño. Me lavé la cara, me arreglé un poco y me miré al espejo. Vi mi reflejo, vital, joven y con ganas de disfrutar. Las ojeras se habían apoderado un poco de mi rostro, pero seguía teniendo esa mirada llena de vitalidad, según decían. Al verme, allí, desilusionada pero con mis ganas de vivir decidí salir a la calle e ir a buscar un sitio donde dormir. Igual aquellas personas en las que había confiado para vivir mi pequeña aventura me habían dejado de lado, pero eso no me impediría vivir lo que tanto había deseado ahora que el primer paso ya estaba dado.

Anduve por aquella maravillosa cuidad durante un par de horas, con mi maleta y mi bolsa de mano.  Era mediodía y la cuidad estaba en pleno movimiento. Miles de personas andaban de una calle a otra. Parecía que todo el mundo estaba demasiado ocupado en sus pensamientos como para pararse a observar estas preciosas calles. Calles que hoy traen preciosos recuerdos en mi mente, recuerdos de paseos y recuerdos de aquél día que llegué. A pesar de todo el miedo que sentía, fue un día bonito recorriendo estos paseos escuchando a violinistas sentados contra las paredes intentando ganarse unas monedas, viendo a jóvenes artistas intentando darse a conocer o simplemente compartiendo divertidos espectáculos con el mundo.

sábado, 20 de octubre de 2012

Sueños. Soñar. Soñé. Soñaré. (Parte 1)

Soñar es gratis y creo que eso nunca lo podrán prohibir. Tengo ahora 17 años y desde que tenía 6 sólo he tenido un sueño en mi vida. El sueño de llegar lejos, de subir a lo más alto, de levantarme tantas veces como cayera y sobretodo, el de salir de este país.

Siempre he querido vivir en Francia, hablar francés a la perfección, estudiar y trabajar allí. Es un sueño difícil, un sueño que no sabía si algún día podría llegar a cumplir. Pero lo conseguí. Hace seis meses que estoy viviendo en Francia, en una pequeña ciudad llamada Nimes.

Fue todo muy repentino. A finales del curso pasado hicieron en el instituto unas pruebas de nivel de Francés para otorgar una beca de un año en Francia a los 10 mejores estudiantes de este idioma. Me presenté sin muchas ilusiones, había gente realmente buena pero, para mi sorpresa, me quedé la cuarta y en dos semanas estaba preparando las maletas decidida a cumplir mi sueño.

Dos semanas realmente ajetreadas, llamadas y correos con la familia, preparación de la maleta, despedirme de todo el mundo y sobretodo, disfrutar al máximo de mi gente antes de marcharme. Pues mi intención no era, ni es, volver. Mis últimos días en mi pueblo pasaron realmente rápido y en cuanto me quise dar cuenta estaba subiendo al avión.

Un viaje espantoso me esperaba, pero eso yo no sabía. Fue un vuelo con muchísimas turbulencias y un aterrizaje muy malo. Cuando llegué al aeropuerto, los demás chicos se fueron automáticamente  con sus familias, pero la mía no estaba allí para recogerme. Decidí sentarme a esperar, empecé a arrepentirme de haberme marchado, miles de pensamientos recorrían mi mente, mientras el sol de un día, que parecía que iba a ser espectacular, se iba escondiendo. Veía el reflejo en el suelo, yo asqueada de su reflejo sobre mis ojos y de esperar allí sentada decidí salir, dar una vuelta por alrededor del aeropuerto y seguir esperando. 

El sueño y el agobio de verme allí sola empezaba a asustarme, mi sueño se empezaba a convertir en una pesadilla. No sabía que había podido pasar, por qué no habían venido a por mí, porque nadie me decía nada, por que no había nada que me indicara que tenía que hacer en aquel momento. Intenté llamar en varias ocasiones a mi familia, pero mi móvil no funcionaba. Pensé que quizás alguien había intentado avisarme pero como mi móvil no funcionaba... Gente de todo tipo circulaba a mi alrededor. Se podía distinguir fácilmente quienes eran turistas, quienes visitaban a sus familiares, quienes, como yo debería de haber hecho, conocían a sus familias de acogida, quienes venían en un viaje de negocios, etc. 

viernes, 12 de octubre de 2012

Hoy el cielo brilla un poco más.

12-10-2012.
Parece que este año el cielo se ha empeñado en tener la mayor luz posible. 

Hoy ha subido allá arriba una persona increíble, según dicen. Yo no la llegué a conocer, pero he compartido con ella toda mi vida, diecisiete años. Estas dos frases anteriores, quizás, suenen muy contradictorias pero es así. He compartido absolutamente cada día de mi vida hasta hoy, el día que cumplo diecisiete años, con su cuerpo y con los flashes que quedaban de su mente. Sé que solo he conocido de ella pequeñas partes y sé que lo único real era su cuerpo, pero eso no me ha impedido quererla. 

Siempre he dicho que yo la he visto como una persona muy especial para mí. La gente nunca lo entendió. Hoy me he dado cuenta de que lo que yo pensaba que era ella para mí no era ni una mísera parte de lo que realmente es. Siempre he visto la vida y la muerte de una forma un poco peculiar, he sido la primera en aceptar que hay casos en los que es mejor morir, pero ahora que me enfrento a la situación cara a cara me doy cuenta de lo difícil que puede llegar a ser admitir que se ha marchado para siempre y que jamás la volveré a visitar.

Hoy me siento vacía, muy triste y extraña, como si no me conociera. Hoy me siento realmente diferente. Estoy feliz, mi deseo se ha cumplido, ella ahora ya descansa por completo y jamás volverá a sufrir ni a hacernos sufrir a los demás. Esa era la parte positiva. Pero, para mi sorpresa, su marcha no ha sido para mí un motivo total de felicidad. Ha dejado un vacío muy grande dentro de mí, un vacío que ninguna de esas personas a las que he despedido a lo largo de mi vida había dejado. Hubo otra persona que marcó mucho mi vida pero hoy veo que era de una forma muy diferente. Esto ha sido una ingrata sorpresa para mí. No esperaba que fuera yo quién reaccionara de este modo. Soy incapaz de ordenar mi mente en estos instantes. 

Hoy es hoy, hoy es un día diferente, hoy es un día especial, hoy es un día lleno de felicidad, hoy es un día lleno de tristeza, hoy es un cumpleaños diferente, hoy es un día que jamás conseguiré borrar de mi mente. Hoy es un día que guardaré para siempre. Por ella. 

miércoles, 10 de octubre de 2012

A la huelga!


Con la colaboración del FECS, hoy dejo un mensaje para todos aquellos que deseen participar con nosotros.

"El curso escolar ha dado su comienzo, y con él, la ola de consecuencias que han provocado los recortes del gobierno en el sector educativo. En los últimos años hemos visto como los jóvenes acudían a sus centros con mantas, para protegerse del frío en las aulas. Hemos visto como se veían obligados a recibir clases en barracones con unas condiciones pésimas. Hemos visto como alumnos de secundaria eran apaleados por exigir su derecho a una educación digna. Y al inicio de este curso empezamos a ver alumnos que tienen que andar kilómetros por haberse suprimido el transporte escolar, aulas masificadas que imposibilitan a los profesores impartir clases de calidad, alumnos que no empezarán el curso porque simplemente no pueden pagarlo y profesores interinos que no solo están sufriendo el paro, sino que también sufren la humillación de un gobierno y unos medios de comunicación que los tacha de vagos e incompetentes. A todo esto le tene
mos que sumar el ataque sin precedentes del gobierno a todo lo público, como, por ejemplo, el ataque a la sanidad.
Desde el FECS, “Frente Estudiantil de las Comarcas del Sur”, decimos ¡Basta! No queremos pagar con educación y sanidad, una crisis que no hemos provocado. No permitiremos que el gobierno juegue a su antojo con un futuro que nos pertenece. Por ello llamamos al alumnado, al profesorado y a todo ciudadano que comparta la idea de educación como un derecho básico y fundamental en todo sistema democrático a la movilización, para demostrarle al gobierno que los y las estudiantes del País Valencià no permaneceremos ni calladas ni sumisas, y que el próximo día 17 apoyaremos las movilizaciones convocadas por las asociaciones sindicales de estudiantes a nivel estatal, con una huelga educativa en los institutos de Elda y Petrer con el objetivo de dejar claro que ahora, más que nunca, la educación no se vende, ¡Se defiende!"

lunes, 8 de octubre de 2012

Como velas encendidas

Hoy, haciendo un inciso, tengo un pequeño aporte de un amigo, Lait, que de vez en cuando compartirá con nosotros algunas de sus palabras.

Recorrí profundos y calurosos desiertos, oscuros y largos bosques donde el sol se olvidó de iluminar y nadé por infinitos océanos donde los tiburones blancos eran las mascotas mas inofensivas y cariñosas. Pero ella no apareció. Derroté al feroz dragón que custodiaba su torre. Pero al final de las interminables escaleras, en su habitación, solo había una nota, “Vuelvo en cinco minutos”  decía. Tras día y medio de espera me retiré y puse rumbo de vuelta a mi hogar. Pues ella no apareció.

¿Dónde se había metido? Yo le amaba, y ella... ¡Ella dijo que me amaba! Pero... ¿Amar?¿Qué es amar? La echaba de menos. Echaba de menos la felicidad que me descargaba con un simple beso (y por no hablar de sus calurosos abrazos). Pero... ¿Eso es amar? No estoy seguro. Ella era preciosa y buena conmigo. Pero en el momento que le dije “Te quiero”, ella me preguntó “¿Para qué?”. Yo me quedé sin habla. ¿Para qué?¿Cómo que para qué?...Pues...No lo se. Le quería, creo, y no sé para qué.

Antes éramos niños, y ahora nuestras vidas se consumen como velas encendidas. Ella me enseñó a amar. Yo era su discípulo, o su manzano, como ella solía llamarme. La echaba de menos. Quería besarla.

Se podía percibir mi tristeza a kilómetros, pues, en el camino de vuelta a casa, los tiburones se olvidaron de mi presencia, el bosque trazó un sendero solo para mi comodidad y el desierto desapareció y en su lugar hubo un cielo azul por el que yo pude volar junto a las palomas.

¡Maldita la hora en la que me fui de casa!

Mi hogar seguía igual de pobre y mal cuidado como de costumbre. La única diferencia es que reinaba el silencio. Papá no estaba cortando leña, mamá no había guisado su deliciosa comida. Y mi hermano no corría de aquí para allá como siempre hacía.

Una cabeza se asomó por una de las ventanas y, poco después, apareció mi madre bendiciendo mi llegada. Solo me dio una noticia: mi padre se estaba muriendo. “No me dejes tú también”  pensé.

Recordé el momento en el que mi chica me dijo que no nos separaría ni la muerte. ¿Tanto la quería? ¿Porqué pensaba en ella en estos momentos?

Pasaron los días y mi padre solo empeoraba. Ya había perdido la memoria. ¡Que suerte! Ojalá yo pudiera olvidarme de ella. Pero..¿La amaba? ¿Para qué?

Poco después mi padre falleció y tuve la pequeña esperanza de poder verla en su entierro. ¡Esto era ya una obsesión! Seguramente la amara.

En el entierro no apareció. No me importó, pues perdí a mi verdadero maestro, mi padre. Lloré durante toda la ceremonia, ya cuando el nicho fue sellado, mis fuerzas se agotaron y caí al suelo de la impotencia que sentía en el cuerpo. El epitafio de la tumba inferior a mi padre destacaba por sus pequeñas y amontonadas letras grabadas en el mármol. La curiosidad llamó mi atención. Leí la siguiente escritura en el:

“PARA MI MANZANO”

“Salí en tu búsqueda. Pero no te encontré. Ya se para qué me quisiste: para hacerme feliz”


miércoles, 3 de octubre de 2012

La señora del porche. (Parte 2)


Me contó una historia muy curiosa que no fui capaz de entender hasta que no tuve catorce o quince años y fui más consciente de las cosas. El día que me puse a reflexionar esa historia me di cuenta, que más que un cuento infantil como yo creía que era, era la historia de su juventud y la descripción de lo que era para ella el sentido de la vida y la libertad. Aún hoy, después de todos estos años, sigo descubriendo cosas que no había encontrado.
Esa mujer era fascinante. Nadie que la viera sentada en el mismo sitio todos los días, podría imaginar que ella era de esa manera. De echo, miles de veces hablé con vecinos y jamás me creyeron.
Pasé con ella diez años maravillosos, día tras día, siempre buscaba un rato para estar con ella y que me hablara. Decía que era encantadora y que jamás imaginó que en su vejez, alguien como yo, podría ofrecerle tal grata compañía.
Los años pasaron  y tras 10 años mi vida empezó a dejarme menos tiempo para estar con ella. El instituto, el tener más responsabilidades, la escuela de idiomas y, para que mentir, las ganas de salir con mis amigos a mis quince años, no dejaban mucho tiempo para sentarme a hablar con ella. Pasaba por su porche, me sentaba diez o quince minutos a su lado y me iba. Durante ese año, 1995, cambió mucho, dejo de regalar sonrisas todo el tiempo y sus historias empezaron a perder coherencia. Pensaba que era yo, que ya no tenía ganas de sentarme a escucharla, pero poco a poco comprendí que no se trataba de mí. El olvido se estaba apoderando de ella.
Al percatarme de esto, volví a visitarla con más frecuencia y a pasar más tiempo con ella. Muchos días mi madre me daba comida para las dos e iba a su casa y comíamos juntas, ya que a ella muchas veces se le olvidaba que tenía que comer o pensaba que ya lo había hecho. Pasaba las tardes allí también, era un sitio silencioso y tranquilo, ella podía pasar las horas mirándome mientras yo estudiaba sin ningún problema y le encantaba ponerse a leer mis redacciones y mis trabajos, aunque un rato después los olvidara y más tarde los volviera a leer, una y otra vez.
Durante dos años más, ella empeoró notablemente, perdió gran parte de sus capacidades y ya no recordaba nada. Tenía meses en que la violencia y la melancolía se apoderaban de ella. Se pasaba el día insultando a todo el mundo y persiguiendo personas que, según ella, estaban por la casa. Decía que entraban  a robarle y a molestarle, que le habían pegado y que no la dejaban morir tranquila. Que por qué ella tenía que seguir viva si no quería vivir más, que por qué esas personas que vivían en su casa no la mataban y acababan con su sufrimiento.
Estos periodos fueron muy duros para las dos. Tuve que dejar de ir a estudiar allí, porque sus rabietas acababan con mi paciencia y la concentración, la paz y la armonía que siempre habían reinado en esa casa desaparecían por completo.
Ella nunca olvidó hablar, y aunque incoherentes y repetidas, nunca dejó de contarme sus historias de juventud, sus luchas y sus pasiones. Esa parte de ella jamás desapareció. El último año, tras varias trombosis cerebrales y varios achaques más se quedó postrada en la cama. Con los pocos ahorros que tenía conseguí meterla en una residencia cerca de la ciudad dónde yo fui a estudiar, pero, ya no podía ir todos los días. Procuraba, en la medida en que mis estudios universitarios me lo permitían, ir a verla al menos tres o cuatro veces por semana. Blandita, cansada, pálida  perdida y muy triste, me esperaba cada día. Siempre tumbada en la misma posición, mirando a la puerta fijamente. Toda su vitalidad desaparecida. Todo su espíritu olvidado.
Esta tarde he ido a visitarla, le he visto con más color de cara, y su sonrisa, que un principio parecía imperecedera, volvió a aparecer en su rostro. Hacía mucho tiempo que no la veía sonreír  He estado con ella algo más de dos horas contándole, como cada día que voy a visitarla, todo lo que he hecho desde la última vez que la vi. Parecía más viva que nunca, como si hoy estuviera un poco mejor. He vuelto a casa contenta. He cogido el tren segura de que volvería con ella mañana. He cenado un buen bocadillo de jamón y queso, su favorito, y justo con el último bocado una llamada de la residencia me ha cortado el apetito de golpe.