Con el paso de los días y los paseos por las calles, por los barrios y lugares donde la gente "normal" pasaba los días, fui encontrando a gente y aunque fue poca la que me reconoció, poco a poco, se fue corriendo la voz de mi vuelta a la vida.
Empecé a quedar con la gente, empecé a hablar, a contar lo que había aprendido e incluso me propuse encontrar un trabajo cara el público. La verdad, es que no me sentía del todo cómoda con gente a mi alrededor pero, poder ayudar y sobretodo poder transmitir mis conocimientos, de una forma alternativa, a todo aquel dispuesto a escucharme.
Pasé unos cuantos días con una vieja compañera de clase, Indira, que se prestó a ponerme al día sobre la actualidad con respecto a todos los ámbitos que podían despertar mi interés y tal cómo me sucedía con el resto de personas, al final, era yo quien acababa contando algo que había leído por ahí o citando a algunos de mis autores favoritos. Un día, unas semanas después de estos días con Indira, ésta me llamó diciéndome que tenía una urgencia que me reuniera con ella en el menor tiempo posible en el café de toda la vida.
En sólo cinco minutos me presenté en la puerta del café, Indira me esperaba en la puerta, ansiosa y con una sonrisa de oreja a oreja, junto a la dueña del local. Me la presentó y me dijo que me habían llamado porque hablando de mí, se les ocurrió la idea de hacer, dentro del mismo café, jornadas culturales para ofrecer a todo el mundo la cultura que cada vez se alejaba más de la educación de la escuela. En un principio no entendí porque me estaban contando a mí esto, ni porque me llamaban con tanta urgencia, pero unos minutos más tarde me estaban ofreciendo, el que creí que sería un sueño hecho realidad. Pero, en muchas ocasiones, la realidad supera la perfección de los sueños.
Vas mejorando, sin duda. La expresión escrita es cada vez mejor y proporcionas un final ornamental y abierto que nos deja a todos sedientos de más. Mi enhorabuena.
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