Mi vida iba cambiando y cada vez estaba menos centrada en ella, aunque no me daba cuenta. Los ratos libres en los que estaba en casa me los pasaba pensando en lo que me había dicho éste y lo que me había dicho aquel.
La sociedad me repugnaba y agobiaba. Esta nueva ocupación se estaba apoderando de mí, de mi vida, la cual había empezado a vivir en sociedad hacía relativamente poco tiempo. Al principio de mi salto a la calle, no conseguía entender porque no había querido salir en tanto tiempo, pero al empezar a escuchar a los demás me dí cuenta de por qué era. No me gustaba el consumismo que había inculcado en las personas, no me gustaban los chismorreos, ni las fiestas, no me gustaba el ambiente, me desagradaba todo lo que giraba en torno a esta población.
Los días se fueron apagando, las vidas ajenas inundaron mi vida, sola, triste, con miles de historias de otras personas rondando por mi cabeza, pasee por las calles de una maravillosa ciudad. Observando cada uno de mis pasos y también los de los demás, analizando cada cosa con total cautela y dedicación, admirando cada detalle y dándome cuenta de que jamás había vivido plenamente mi vida desde que decidí salir de casa, sino, todo lo contrario, había decidido vivir por los demás.
Las horas pasaron lentas aquella noche. No dejé de caminar. Recorrí sentada frente al mar toda mi vida en imágenes formadas de recuerdos. Lloré cada lágrima que un día había decidido encerrar en mi interior. Reí cada instante que en su momento olvidé reír y sobretodo reflexioné. Reflexioné acerca de esas personas que en mi habían depositado su confianza y tras mucho pensar llegué a la conclusión, tal vez un poco egoísta, de que todo iba a acabar, que ya no quería seguir por ese camino, que aquello que en un principio fue mi mayor sueño, se había convertido en mi peor pesadilla y había olvidado por completo quién era.
Anduve hasta la estación y espere el primer tren. Él decidió dónde iba a empezar de nuevo mi camino y tomé la decisión de que de ahí en adelante me dejaría en manos del destino, si es que existe.
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ResponderEliminarEntonces al final la prota, que se queja de vivir una vida que no es la suya, deja en manos de los horarios de los trenes de ese día el lugar a donde va a ir.(corrigiendo el error)
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