lunes, 27 de agosto de 2012

La historia de Luís (3/3)


-Su mujer dió a luz y él mismo fue el encargado notificar a los jefes para que la dejaran salir, pero las cosas habían cambiado y a menos que el niño estuviera en peligro de muerte, no habría forma de salir de aquel suburbio y en ese caso, entonces sería trasladado a un hospital y cuando se recuperara donado a una familia alemana. Luís estuvo un tiempo sin visitar a su mujer, estaba acobardado y triste, no quería hacer nada. Yo fui el que entonces visitó a la chica, por el momento todo parecía ir bien, ella no tenía aparentes infecciones y aunque el niño lloraba mucho parecía estar sano. Pasaron las semanas y Luís se vio con fuerzas de visitar a su hijo. Por aquellos entonces yo ya hacía dos o tres semanas no estaba con él, porque había sido destinado a otro campo de concentración aún peor.  Al entrar vio a su niño en manos de otra mujer, intentaban darle un baño, su mujer lloraba en un rincón, sus ojos estaban hundidos y morados, su piel estaba más pálida que nunca. Intentó hablar con ella, pero   no decía palabra. Sus compañeras le informaron de que llevaba unos días enferma, pero tenían miedo de lo que podrían hacer con el niño si avisaban a los superiores. Luís les dijo que se encargaran de mantener al niño con vida y él se encargaría de la mujer. La llevó hacía la zona hospitalaria donde no quisieron atenderla. Entonces la llevó de vuelta a su cuarto y unos minutos después regresó cargado de medicamentos para ella. La mujer mejoró rápidamente pero el niño cada día lloraba más, no se veía ningún síntoma de enfermedad, pero que llorara tanto incluso al tomarlo en brazos era algo preocupante. Se veía como rabiada de dolor al tocarlo, incluso al acariciarlo, lloraba desconsoladamente. Durante los primeros 7 meses de su vida todos los días fueron así, cada día lloraba más y más, pero a partir del séptimo mes la cosa empezó a mejorar, empezaba a estar más activo y reía muchas veces.

Todos estuvieron  bien hasta el cumpleaños del niño, donde todo parecía ir a mejor. Fue entonces cuando empezaron a dejar salir a gente del campo y en las primeras que salieron estaba ella, pero al niño lo frenaron, no querían dejar salir a niños,  aunque él era muy pequeño, no querían que se fuera porque sospechaban que aquella mujer no había llegado embarazada allí y teniendo en cuenta que los hombres estaban alejados solo podría ser hijo de uno de los militares. Ahí fue cuando mi amigo dio la cara por el niño y la mujer y ellos dos pudieron salir mientas que a Luís lo condenaron a muerte de inmediato. Lo mandaron a cambiarse de ropa, a vestir como uno de ellos para llevarlo a la cámara de gas y ahí fue donde vio su oportunidad al encontrar ropa de mujer, se cambió y subió junto a las demás en los camiones que las delvolvían a las ciudades.

Consiguió saber donde estaban su mujer y su hijo y removió tierra y cielo para llegar hasta ellos  y los encontró, pero no precisamente con alegría. El niño estaba muy enfermo desde que lo habían metido al camión, cada minuto tenía más fiebre y por mucho que le hacían no conseguían que le bajara, la criatura temblaba y finalmente se vio como su débil cuerpo perdía la fuerza y cada vez se veía más apagado hasta que las pulsaciones de su corazón dejaron de sentirse en el pecho de aquel niño. Fue entonces cuando Luís reveló su identidad a las mujeres que viajaban en ese camión. Su mujer sonrió de alegría al verlo, al igual que él, a pesar de la tristeza que acojía sus corazones ante el fallecimiento de su hijo.

Después de eso vinieron aquí y fue donde encontraron su hogar y formaron su familia. Al poco tiempo tu abuela y yo dimos con ellos y vinimos a vivir todos juntos hasta que esta casa se puso en venta y nos vinimos aquí, el lugar donde nació tu madre y tu tía, y bueno más tarde también tus primos y tú.

-Abuelo  ¿ y mis hijos nacerán aquí?

-Quien sabe, pero yo estaría muy orgulloso de que así fuera.

viernes, 17 de agosto de 2012

La historia de Luís (2/3)


Un día yo estaba en mis minutos de descanso cuando vi que mi  amigo se dirigía hacía la habitación de ellas y lo seguí con máximo cuidado. Por una pequeña rendija puede observar que lo que pensaba era cierto. Había una razón para la obsesión de Luís. Su objetivo, además de salvar la vida de todas en general, era ver a una en concreto. Mis primeros pensamientos solo fueron consecuencias negativas que podría traer ese amor “¿No se daba cuenta de que si los descubrían además de matarlo a él también acabaría con la vida de ella?”

Más tarde hablé con mi amigo  y le conté lo que había hecho y también todo aquello que pensaba sobre lo que estaba sucediendo. “Después de todo este tiempo no la pienso abandonar, tenemos un niño en su vientre que nos pertenece a los dos y estoy dispuesto a dar mi vida porque ellos dos vivan y sean felices” dijo éste como respuesta ante mis reproches. Continuó “pensaba contarte esto, pero tenía miedo de que ante el descubrimiento me traicionaras y te volvieras en mi contra”. Era mi amigo, así que no tuve otra que contestar “yo te ayudaré y te apoyaré aunque piense que esto es una idea de lo más descabellada, pero algo quiero que tengas claro, si pasara cualquier cosa y nos descubrieran es tu deber decir que yo no tengo nada que ver”.Esta decisión fue un poco egoísta por mi parte, pero, mi mujer, tu abuela, me estaba esperando al otro lado de Europa y quería cumplir mi promesa y volver a verla. Él aceptó y me contó todo su plan.

“Las mujeres tienen derecho a salir del campo cuando dan a luz, pero, sin ningún tipo de ayuda,  tienen a su niño, les abren la puerta y los dos a la calle, por lo que la mayoría de mujeres mueren de hambre o algún tipo de infección tras el parto, mientras buscan algún tipo de ayuda para ellas y sus bebés. Entonces cuando ella de a luz yo fingiré estar muy enfermo de forma que no tendrán más remedio que dejarme marchar y será entonces cuando tendré que, en unos días, salvar la vida de mi mujer y mi hijo y asegurarme que estarían bien hasta que yo volviera y toda la guerra hubiera acabado.”

Su plan para serte sincero me pareció un tanto fantasioso, pero no rompí sus ilusiones y lo deje seguir en su fantástico y perfecto mundo. Pasaron dos meses y su mujer dio a luz.

-Abuelo, pero, Luís no tiene hijos.

-Déjame acabar la historia, ahora lo comprenderás.

-Vale, sigue.

lunes, 6 de agosto de 2012

La historia de Luís (1/3)


Mi abuelo antes de morir me contó una historia de hace mucho años, en la 2º Guerra Mundial. Mi abuelo, como siempre tan fantasioso e iluso,  añadió sus detalles para hacerla interesante para un niño de 10 años.

-Chico, ¿Tú recuerdas a mi amigo Luís, aquel que se fue del pueblo hace dos años?- Dijo con ese tono característico que ponen los ancianos cuando van a narrar una historia de hace muchos años.

-Por supuesto. Lo recuerdo como si aún fuera uno de esos días en los que se pasaba las tardes aquí.-contesté aunque, realmente la imagen de ese señor, estaba bastante turbia en mi cabeza. Recordaba las tardes con él, pero no su imagen.

-¿Quieres saber como conoció a su mujer?

-Por supuesto.

-Entonces comenzaré. En la 2º Guerra Civil cuando los nazis querían exterminar a todos los judíos, Luís y yo, por motivos de política, nos vimos implicados en el bando de los nazis y fuimos obligados a ser de los suyos aunque nuestros ideales fueran contrarios. Todo era muy difícil, ya que teníamos que fingir como éramos porque si no automáticamente nos meterían en las cámaras de gas junto a los demás.

-Abuelo, un momento ¿Que es una cámara de gas y para que la usaban?-Pregunté con la curiosidad típica de un niño al que le están hablando de cosas que no conoce.

-Es un local preparado para meter gas y que no se salga, donde metían a las personas que querían matar y las asfixiaban dentro... triste y doloroso pero era así.

-Sigue.

-En los tiempo de guerra nos enviaron a un campo de concentración...

-Abuelo ¿Qué es...?

-Chss calla, déjame que siga y explicaré lo que es un campo de concentración. –Dijo un poco molesto porque no le dejaba decir más de una frase seguida.

-Está bien.

-Por donde iba... ah! Sí, nos enviaron a un campo de concentración y allí, de vez en cuando, muy escondidos, dábamos comida a los niños y a las mujeres, pero siempre con los cinco sentidos alerta. Normalmente Luís se encargaba de los niños y yo de las mujeres exceptuando alguna excepción, todo siguió así durante mucho tiempo. Una mañana, cuando íbamos a ir como la mayoría a ayudar a esas personas, Luís me pidió de ir él a las mujeres, yo acepté pero algo sospechoso había en esa propuesta a pesar de su constante negación.
Las cosas cada vez se ponían peor, las epidemias y el hambre empezaron a arrasar con la gente que habitaba encarcelada allí, los muertos yacían en las calles, la tristeza invadía a todos al verlo. Una imagen muy lamentable. En la mirada de esas chicas podías ver el reflejo de sus corazones invadidos por la miseria y la podredumbre del lugar.
Luís seguía yendo cada día a ver a as mujeres mientras a mí me habían prohibido entrar a donde se encontraban los niños, ya que se habían levantado muchos rumores y sospechas sobre mí. Él de vez en cuando les hacía alguna visita cuando conseguía que nadie lo vigilara, pero esa obsesión por visitar a las mujeres me seguía pareciendo muy sospechosa.