miércoles, 28 de noviembre de 2012

Una lengua, nuestra lengua.

Y ver como nuestra cultura y nuestras raíces se desvanecen delante de nuestros ojos y preferimos tumbarnos a ver la televisión, mientras cada día somos un poco menos de lo que solíamos ser.

La cultura de una persona es la que la define en gran parte, también la que le proporciona unos ideales y unos pensamientos propios y comunes a una sociedad o un entorno. Aquí, en esta comunidad, tenemos una lengua que forma parte de nuestra cultura, una lengua que siempre nos ha diferenciado y que, ahora, y cada día más se va perdiendo. Una lengua que se está extinguiendo, que cada día menos personas hablan y menos personas desean impartirla. 

Sé que no es la asignatura más divertida, sé que la forma en la que se da en las escuelas, no es la más interesante, pero ¿nos vamos a quedar parados viendo como poco a poco desaparece?. Creo que deberíamos buscar una forma de promocionarla, una forma de que se vuelva a hablar y de que no deje de impartirse en los centros. Ahora que en algunos pueblos es posible, la gente prefiere empadronarse en ellos y dejar de estudiarla y no se dan cuenta de que dejando de estudiar el valenciano (o catalán, como queráis llamarlo)  fomentan más el olvido de ésta. ¿De verdad merecen la pena tres horas libres en medio del horario? Todos sabéis que la mayoría de personas no aprovecharán esas horas para estudiar para otras, esta es una simple excusa. Es quitarse asignaturas por evitarse esfuerzo, es dejar que se desvanezca una preciosa lengua que durante generaciones ha sido defendida por muchas personas.

En 1939, con el comienzo del régimen franquista, se prohibió hablar el valenciano en los ámbitos públicos, así que su utilización se redujo al entorno privado. Pero esto no significó el fin de la lengua. Durante este período hubieron muchos grandes autores que entre otras cosas se dedicaron a luchar por su lengua, por nuestra lengua y así hacer que se mantuviera nuestra cultura

Ahora nosotros, preferimos dejar perder, todo por lo que esta gente luchó y dejar que se degrade por completo por un poco de pereza. Estudiar una lengua, puede ser muy bonito, estudiar un idioma conlleva estudiar una cultura y esta es nuestra cultura, la cultura de todas las personas que vivimos en la comunidad valenciana y, en general, en todas las comunidades de habla catalana (bien como primera o segunda lengua, se use más o se use menos). 

Para mí, una de las cosas más agradables que hay es visitar esos pueblos de mis alrededores, donde esta lengua aún se habla completamente, donde se habla valenciano desde en la tienda de la esquina, hasta con los amigos o con la familia. Donde el valenciano aún forma parte de ellos. Quiero defender esta postura, me gustaría vivir en la época cuando, en mi pueblo, aún se hablaba valenciano en las calles. Ahora ya, casi nadie  lo habla, pocas son las familias que aún lo conservan.

No dejemos perder nuestras raíces. 



domingo, 25 de noviembre de 2012

Personas.

Demasiadas personas vienen y van constantemente de nuestras vidas. Tanto los familiares, los amigos y las parejas unas veces están y otras se marchan. Es el ritmo de la vida, es el camino que tenemos que seguir.

Muchas veces, ante las adversidades, me he planteado si merece la pena seguir y si merece la pena luchar por personas que nunca han dado nada. Si de verdad merece la pena seguir gastando energías y tiempo en dar, a personas que no lo dan, todo tu cariño o afecto. Y muchas veces he llegado a la conclusión de que no lo merecen. Está claro que siempre hay excepciones y hay personas que simplemente no saben darlo, por las circunstancias que sean, pero no saben o les cuesta mucho y ellas si merecen tu cariño. Pero ante personas que no tratan bien a los demás y personas que no quieren compartir estos momentos contigo, creo que es mejor dejarlas pasar.

Pero esto no sucede solo en cuanto a las personas que no nos dan nada, también por las personas que sí dan pero, a veces, solo en un momento de nuestras vidas. Nunca podremos saber si alguien va a estar a nuestro lado para siempre, pero sí podemos saber cuando una persona está a nuestro lado y nos quiere dar todo. Por estas personas deberíamos de empezar a ser un poco más humanos y enseñarnos a dar y también a recibir, a no rechazar unas palabras de cariño, porque esas personas serán las que cuando lo necesites estarán a tu lado y entonces, ahí cuando quieras recibirlas, ya no te las darán. 

Estas personas muchas veces no se quedan a nuestro lado para siempre y normalmente, aunque hay algunas que permanecen, van cambiando constantemente al lo largo de los años, pero eso no les quita importancia. Cuando tenemos a alguien a nuestro lado, a alguien que nos quiere, que nos acepta y nos cuida, debemos respetarlo y darle lo mejor que podamos. Hay momentos en los que tendemos a no querer saber nada de la gente, a apartarnos de aquellos que nos rodean por miedo a que después desaparezcan, pero creo que merece la pena arriesgarse, merece la pena dar un poco de cariño a los tuyos, porque por muy independientes que queramos ser, habrá momentos en los que necesitaremos que haya alguien a nuestro lado. Esto no quiere decir que no podamos seguir adelante si estamos solos ante nuestro camino, con esto solo quiero decir que, en la mayoría de los casos, las cosas se hacen más llevaderas con un poco de apoyo. Todas las personas que hoy tenemos a nuestro alrededor están ahí porque algún día nos abrimos a conocerlas a aceptarlas. Creo que deberíamos de dejar de temer lo que pasará después, de temer dar a la gente por si no recibimos, porque perdemos millones de oportunidades solo por miedo a que después desaparezcan. Arriesgarse a luchar por una persona puede ser una pequeña tortura en un determinado momento, pero si no lo hacemos nunca, perderemos esa sensación maravillosa de conocer a gente estupenda que nos hará compartir con ellos millones de momentos únicos y especiales, que nos harán vibrar, sentir y emocionarnos, momentos que formaran parte de nuestra vida, momentos que nos realizarán como personas, momentos por lo que merece la pena luchar.

A todo esto, si perdemos la oportunidad de ganar el cariño de una persona, al menos que no sea porque no lo intentamos. 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Sueños. Soñar. Soñé. Soñaré. (Parte 4)

Aquella nueva vida, llena de cambios y alteraciones llegó a resultarme molesta en muchas ocasiones. Añoraba la tranquilidad de aquella sorprendente mujer, con la que viví los primeros meses de mi estancia fuera de casa.

Todas las noches solíamos escaparnos de casa e irnos por ahí a pasar un rato con los amigos. Había un chico que desde el primer momento llamó mi atención, pero no le dí ninguna importancia, aunque siempre he sido una chica bastante obsesiva en estos temas y cuando alguien se me mete entre ceja y ceja siempre acabo optando por intentarlo, con él fue distinto y lo dejé estar y seguí con la rutina diaria.

Hará un mes, ese chico me sorprendió. La verdad es que nunca habíamos hablado demasiado. Simplemente salíamos en el mismo grupo y nos veíamos a menudo. Una noche, lluviosa y un poco rara, parece que el destino, o lo que rija este mundo, decidió cambiar los papeles. Ese muchacho decidió que era hora de no perder más el tiempo, a penas quedaban dos semanas para que mi vida allí acabara y volviera a mi país con la gente de toda la vida, me apartó de la muchedumbre donde nos encontrábamos y con una excusa barata se me aproximó. Yo no entendía bien qué estaba sucediendo, no entendía que pretendía diciéndome todas aquellas preciosas cosas, cosas en las que yo no creía, cosas que jamás me habían dicho, cosas increíble. Supo ganarme, supo cautivarme y como buena adolescente me dejé llevar por el sentimiento de tranquilidad que se siente cuando alguien está a tu lado, estuvimos horas y horas hablando aquella noche, de echo nunca llegué a casa ese día. Las horas pasaron entre palabras caricias y besos, sin necesidad de nada más que estar el uno al lado del otro.

A la mañana siguiente, cuándo llegué a casa me tumbé un rato a descansar y a reflexionar todo lo que había sucedido aquella noche. Él quería algo más que una simple noche bonita y divertida, él quería algo más serio, yo sin embargo moría de miedo por dentro. Ese chico era estupendo, de eso no tenía duda, pero no sabía si yo sería capaz de tener una relación de nuevo, pues las anteriores no habían resultado demasiado buenas. Aquella misma tarde volvimos a estar juntos y entre más abrazos, besos, palabras y caricias decidí que sí quería intentarlo. Intentar aquello que para mí era una completa locura.
Él era algo mayor que yo, era una persona muy cariñosa y al parecer también romántica, todo lo contrario que yo, persona de poco contacto y que no creía para nada en aquello que llamaban amor y a la que no le gustaba el romanticismo. Los días fueron sucediendo con normalidad, aunque cada día, al caer la noche, tenía mi espacio reservado para él, un espacio para los dos. Lo que jamás creí que haría, estaba dispuesta a hacer por él. Me apetecía vivir aquellas sensaciones que hacía tanto tiempo que no sentía, sensaciones que siempre he cualificado como "sensaciones adolescentes" ya que pienso que esas cosas solo se sienten cuando nos encontramos en esta etapa de nuestra vida.

Ahora, después de tanto cambio, sigo manteniendo mi ilusión de vivir mis sueños. Por el momento, sigo en este paraíso, cumpliendo el sueño de toda mi vida, mi sueño. Y ahora, ahora que soy capaz de decir que me siento bien, soy capaz de dedicarme a otro tipo de sueños, sueños que calificaría como pequeños placeres de la vida, sueños que no son más que esperanzas que te hacen sentir que de verdad esta vida merece la pena y me he dado cuenta de que lo más grande, lo más imposible y a veces lo que más deseamos, no tiene porque ser lo más satisfactorio.

Sé que esto son pensamientos de adolescente confusa y enloquecida, pero ahora uno de los mayores placeres que encuentro en esta vida, es vivir cada noche ese instante junto a él. Nuestro instante.

Y algo que jamás seré capaz de dejar de apreciar y de disfrutar también, son los instantes con la anciana que me rescató de las calles de esta ciudad en mi llegada, aquella mujer a la que jamás he dejado de visitar.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Luchar.

Cuando todo acaba, cuando ya no quedan fuerzas, cuando todo se vuelve oscuro, cuando la vida se muestra deshecha,  entonces es el momento de salir. Es el momento de salir de ese profundo agujero es el momento de romper los límites de lo imaginables y siempre hay una razón para ello.

Muchas veces nos cerramos en que hay cosas que jamás podrán ocurrir y dejamos de perseguirlas. Nos acobardamos ante una vida que está hecha para luchar, para vivir y para sentir. Pero sin embargo, la panda de cobardes que vivimos esta vida, dejamos de luchar por lo que queremos y nos prohibimos a nosotros mismos sentir. El miedo va marcando nuestro camino y nos dejamos guiar por él, dejamos que las cosas sigan el camino fácil, el camino por donde vamos seguros y nuestra mente no tiene que hacer nada más que gozarlo, pero olvidamos la satisfacción del esfuerzo, la satisfacción de superar nuestros peores temores y de luchar y conseguir lo que queremos.  Por otro lado, nos negamos a sentir, nos negamos más bien a aceptar que sentimos, todo porque los sentimientos muchas veces acaban en dolor. Nos cerramos en esa parte negativa, nos cerramos en que si sentimos acabaremos jodidos y también olvidamos lo bonito que es sentir. 

¿Creéis que así podremos lograr algo? Viviremos bien, sí. Pero, jamás sentiremos la satisfacción de sentirnos realizados y ya no solo eso, si no que jamás sentiremos la increíble sensación de sentirnos bien luchando por nuestros sueños, porque lo que queremos y por lo que estamos aquí.

Abandonaré cuanto esté en mis manos a mi paso que no me deje seguir el camino que quiero, dejaré los miedos de lado, dejaré todo aquello que me lleve por el camino erróneo y me centraré en hacer lo que realmente quiero. Tengo claros cuáles son mis propósitos ahora y qué tengo que hacer para lograrlos. Igual alguno de ellos no me satisface al alcanzarlo, pero siempre estaré feliz por ello, porque al menos habré logrado mi objetivo, habré luchado por lo que quiero y habrá merecido la pena por el simple hecho de que era mi sueño y de que he logrado alcanzarlo. Y tal vez, a veces, luchemos por las cosas menos importantes o incluso luchemos por cosas que no valen la pena, pero si es lo que queremos ¿por qué no arriesgarnos? ¿por qué no dejarlo todo y empezar de nuevo? ¿por qué no cambiar de aires? ¿por qué no luchar? 

Dejar de decir que todo saldrá mal, porque no lo sabéis, no sabéis que va a pasar y la vida trae muchas sorpresas. Igual todo, realmente, es un utopía dentro de nuestras propias cabezas, pero ¿y si cambiamos esa utopía y la hacemos realidad, le quitamos todo el significado a la palabra y hacemos lo que ahora queremos, lo que deseamos y por lo que tenemos claro que vamos a luchar?

Lucharé, resistiré, disfrutaré y ganaré.